ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  28 de marzo  de 2023
                               
 

Vencejos de vísperas

Como este año he fallado en la costumbre del artículo sobre el primer naranjo en flor, no quiero que falte, en cambio, otro tradicional del almanaque de sentimientos de la ciudad: el artículo sobre los primeros vencejos que llegan puntuales para anunciarnos todo lo grande que está por venir. Sí, aunque suene a cuplé con letra de Eduardo Montesinos y música del maestro José Padilla, son las "aves precursoras de primavera". Este año los he sentido, aunque aún no los he visto. A la hora suya de siempre, cuando la luz del día se va apagando y el sol va camino de ocultarse tras las alturas del Aljarafe. Me han sonado los vencejos a esa hora en que los palios de las cofradías que salieron temprano empiezan a encender sus candelerías. A la hora de la campanilla del muñidor de la Mortaja. Del comienzo del recorrido de la Centuria Macarena yendo a recoger a su capitán a los sones de "Abelardo".

Tienen ustedes toda la razón del mundo si mi llaman el Tonto de los Vencejos, para qué nos vamos a engañar. Y para lo que gusten mandar. Y a mucha honra. Me he hartado de escribir para ponerlos a la altura lírica de los naranjos en flor como heraldos de la primavera y, ya en mayo, en puertas de las calores del verano, hasta los he hecho debutar con caballos en las novilladas del Arenal, cuando pasan sobre el pisoplaza como un bravísimo toro de vuelta al ruedo, arrastrando el hocico por el albero. Como "excusatio non petita", acusación manifiesta, diré que quien hizo fijarme en los vencejos de los cielos que perdimos fue mi querido e inolvidable Manuel Ferrand, que cuando quedaron paralizadas las obras de la Torre de los Remedios en la avenida de República Argentina nos dejó páginas antológicas sobre la que bautizó como "La Torre de los Vencejos".

Los vencejos son como el definitivo clarinazo para el último tercio, el de la hora de la verdad, de la primavera de Sevilla, cuando la ciudad coge los avíos de matar: de matarnos el alma a bellezas soñadas o imaginadas o vividas. Estos tempraneros que he escuchado pero aún no he visto, ¿son también vencejos de vísperas, como las cofradías que no hacen estación de penitencia en la Catedral, antes del Domingo de Ramos? ¿Estos tempraneros vencejos de vísperas que he escuchado venían para coger sitio para ver salir de la iglesia del Claret al Cristo de la Misión o al Cristo de la Corona por las Gradas de la Catedral? Seguro que en sus lejanas tierras meridionales cuando se quitaron el abrigo y soñaron esta luz, se dijeron: "Ea, ya mismito estamos en Sevilla, que hay que hacerle la competencia al aroma de los naranjos en flor que hay por las calles". Y se vinieron. Y llegaron. Y yo los escuché la otra tarde estrenarse en el aire de Sevilla, locos de contentos de volver a su tierra, de empezar a oír tambores y cornetas, de ver alzarse por parejo, en un repeluco de fuerza, los cuatro zancos de un paso. Naranjos en flor, aroma de la noche, vencejos del atardecer, alta luna que va llenando su marea para la gran pleamar del Jueves Santo... La suerte está echada. La suerte de vivir en esta ciudad de los vencejos, literarios heraldos de la primavera.

 

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