ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de abril  de 2023
                               
 

Paveros

Está el paso parado ante el antiguo Banco Central, la cofradía detenida, los cirios de las parejas en tierra, y de pronto llega algo tan tierno como un revuelo de gorriones. Son los monaguillos que el hermano pavero adelanta a los baños de la Catedral, aprovechando que todavía falta mucho para que entre el paso por la Puerta de San Miguel. Allá que va el diputado pavero, palermo en mano o canastilla al brazo, llevando a la grey infantil de la cofradía, todos de monaguillos, con su sotanita negra, su sobrepelliz planchadísima y almidonadísima por el mimo de manos maternales y con una esclavina en la que lucen orgullosos el escudo de la hermandad. Cuanto más seria es la cofradía, más destacan los paveros de este parón de la Avenida corriendo entre los últimos tramos con su infantil piara de ilusiones camino de la Catedral, sin que se les pierda ni uno, ni ninguno quede atrás. ¿Como niñeras de la cofradía, dice usted? Pues sí, y a mayor honra y gloria de un Cristo o de una Virgen: los diputados paveros son los que cuidan de verdad la cantera infantil de la nómina, a pie de cofradía en la calle.

Hay hermanos que se piden ir de paveros en la cofradía. Que ya han cogido ese sitio para todos los años. Los comprendo. Son los que de verdad cuidan el futuro de la hermandad, a estos niños vestidos de monaguillos, con su fijador y su cabecita como de ángel de retablo tan bien peinada, con las cestitas que cariñosamente sus padres les llenaron de caramelos o de estampas de la Virgen o del Cristo. Benditos paveros de las cofradías, en quienes los padres ponen toda su confianza, hasta en tarde metida en agua. Hacen fácil algo difícil como llevarlos a todos como una piara de pavitos durante toda la estación, sin que se les quede atrás ninguno. Lo que más me admira de los ignorados paveros es la seguridad que dan a los padres: les encomiendan con toda confianza a estos nazarenitos vestidos de monaguillos, con su cestita de mimbre al brazo, quedándose sin caramelos, de tanto querer darlos, mucho antes de que la cofradía llegue a La Campana. Benditos paveros que cuidáis el futuro de la Sevilla nazarena. A los ojos de algunos, vuestra delicadeza con los niños con los que bregáis reluce más que el oro de la vara del hermano mayor. Evangelio puro andando entre los ciriales y la gloria del incienso, delante del paso: "Dejad que los niños vayan lo más cerca del Cristo, que dentro de seis o siete años ya serán de nazarenos de los primeros tramos".

Cuidad a esas criaturas que son el futuro, paveros de las cofradías. Andando los años, muchos de estos niños serán gente en la hermandad; ocuparán puestos de oficiales en la junta, aprenderán las viejas costumbres del prioste, del viejo secretario, del mayordomo. Alguno llegará a hermano mayor, tenedlo por seguro. Y cuando ese hermano mayor vaya con su vara dorada presidiendo la cofradía en la carrera oficial, al llegar a la Avenida, se acordará quizá de aquel pavero que cuando era niño lo llevaba con tanto cuido y tanta paciencia en la infantil rebullasca de delante del paso. Y rezará quizá por su luz eterna, en esta llama que nunca se apaga y que es la fe que mantienen encendida las cofradías.

 

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