ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  11 de abril  de 2023
                               
 

Resaca con sillitas

Si todos los santos tienen octava, ni te cuento la Semana Santa. Que serían siete días por ocho, más dos jornadas más de Vísperas. Así que no se extrañen que, un poco tarde quizá, hable de un problema principal de nuestra gran fiesta mayor, al que nadie le ha querido meter mano en firme, y quizá sea uno de los más graves inconvenientes que tenemos desde hace unos años. Ah, dentro de la citada octava: mi felicitación al delegado de Fiestas Mayores, señor Cabrera, por cómo le salió el día más difícil, el Sábado del esperado Santo Entierro Grande, cuyos pasos ocuparon, de hecho, toda la ciudad. Y mi felicitación a Lipassam, por cómo compensa que los sevillanos seamos tan guarros: lo deja todo como los chorros del oro al momento, después de quedar una calle como un estercolero tras haber pasado una cofradía, por lo incívica que es la gente tirando cosas al suelo. Habla muy mal de los sevillanos más tradicionales y rancios cómo aparece la carrera oficial cuando ha terminado la jornada y retiran las sillas. Menos peleas de perros, allí hay de todo. ¿Y las pipas? Igual que el alcohol en la Madrugada, yo prohibía las pipas de girasol durante toda la Semana Santa y en toda la ciudad. Es una falta de respeto a las imágenes que pase un Crucificado, un misterio o una Virgen y esté allí la gente comiendo pipas. Y las cáscaras, al suelo, que son alfilerazos en los pies descalzos de los penitentes y prueba de un pueblo que no sabe guardar las formas.

Pero yo iba por otro lado, por las famosas sillitas de los chinos. De nada sirve que el Ayuntamiento llene Sevilla de carteles de los sitios congestionabais donde no se pueden poner sillitas. Pero en una investigación secreta que me ha encargado la Universidad de la Puertalarená he descubierto que a efectos de sillitas plegables, las tiendas de los chinos son como notarías. Parece que el chino, con la sillita, te vende el derecho de propiedad de la calle, y que el tique de compra es la escritura de que allá donde coloques el asiento, aquella parte de la acera, digan lo que digan los guardias y los que intentan pasar, es tuya. ¿No hay una carrera oficial? Pues nos hemos inventado con el transcurrir de los años las carreras no oficiales de las sillitas. Ha circulado una fotografía de la Cuesta del Bacalao con la gente esperando a una cofradía apalancados en sus sillitas, como si fueran las de Quidiello que quitaron por seguridad en Sierpes. Quitamos por seguridad sillas de abonos de toda la vida en Sierpes y no somos capaces de prohibir las sillitas. Que son las que congestionan más que las vallas de aforamiento que pone el Cecop. El que plantifica la sillita hace suyo aquel trozo de acera, y no deja pasar a nadie. Muchos tapones de bullas se forman porque al final los que quieren pasar se encuentran con la barrera infranqueable del tío que plantificó allí su sillita y cree que aquello es suyo. No lo intentes convencer de que te deje pasar. Es peor. Te da, encima, una lección: "No se puede pasar porque viene una cofradía". Dicen como Fraga: "La calle es mía". Así que apunte el Ayuntamiento para el año que viene: hay que acabar con las pipas de girasol y con las sillitas.

 

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