ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  17 de abril  de 2023
                               
 

Elogio de la papa simpática

Estamos como en la Cuaresma de la Feria, en nuestra delectación por las vísperas. Y se publican les cifras de lo que nos vamos a beber en esta Feria, tanto los sevillanos como los visitantes. Que me imagino que, como en el famoso millón del Rocío, alcanzarán esa cifra. En las 1.078 casetas de particulares y de peñas nos vamos a beber 1 millón de litros de Cruzcampo en todas sus variedades y marcas, según nos informa Mercedes Benítez. Eso supone una media de unas 529.100 cañas cada día, lo que sumaría alrededor de 3.700.000 de cañas durante toda la Feria. Cruzcampo tira la casa por la ventana en la Feria, y ayuda a la, digamos, priostía de las casetas para el montaje de las trastiendas. La cerveza sevillana por excelencia repartirá entre las casetas un total 1.950 botelleros, 1.308 instalaciones de barril y 2.200 mostradores que ocupan casi 5 kilómetros, el equivalente a una trastienda que fuese desde el Puente del Alamillo hasta la Avenida de la Raza. Y no se queda atrás la manzanilla de Sanlúcar. Según César Saldaña, presidente del Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda, en la Feria se van a beber 1,5 millones de medias botellas. Que es la proporción exacta en que debe ser servido el oro líquido sanluqueño: la media botella. La media botella tiene una capacidad de 375 ml, lo que equivale a unas seis copitas. Dicen que la media botella tiene un tamaño óptimo para que el vino no se caliente. Y teniendo en cuenta que Sevilla alcanza casi los 700.000 habitantes, resulta que cabemos a dos medias botellas de manzanilla por cabeza.

Como verán, en la Feria hay una carrera comercial entre la cerveza y la manzanilla. Carrera en la que el fino de Jerez de toda la vida parece se ha quedado atrás, a muchas cabezas. O que no han publicado las cifras del vino de Jerez que nos bebemos los que ya "han regado la plaza" con su cervecita y si les dan un punto de apoyo en el mostrador de la trastienda, como decía el poeta Antonio Hernández, se beben Domecq y González Byass.

No se debían dar a conocer estas cifras. Deberían ser un secreto sociológico. ¿Saben por qué? Porque el sevillano sabe beber en Feria, con su tiempo de charlita entre copa y copa, con sus empapantes que vienen de la cocina. La caseta es una escuela de saber vivir y de saber beber. Por mucho que se beba, en la Feria no se ven borrachos de solemnidad por las calles, tirados en el suelo durmiendo la mona, como en otras fiestas de España, ni patosos provocando peleas. En la Feria, todo lo más, se cogen papas muy simpáticas: ese medio vino que les hace tomar un punto de alegría y simpatía a los más antipáticos y malajes. En los estadios clásicos de la borrachera, en la Feria no se cogen tajás como un piano, sino que no suele pasarse del momento de "exaltación de la amistad". Otra cosa es la botellona vomitona de los alrededores de la Feria, la de los niñatos de los "lotes", que van directamente a emborracharse. Pero a la Feria en sí, aunque las bodegas y cerveceras puedan dar otra idea con sus estadísticas, se va a cultivar la amistad con una copa en la mano. Muy bien bebida, o rebajada con el rebujito, del que hablaremos otro día como asunto heterodoxo para los puristas de la manzanilla en rama.

 

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