ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  23 de abril  de 2023
                               
 

Yolanda se aplaude a sí misma

Creo que fue Bobby Deglané quien puso de moda en la radio una frase luego muy repetida: no es de mala educación hablar bien de uno mismo y alabar lo que uno hace, porque aquí, en el país de la envidia, como no te elogies tú mismo, nadie lo hace. Y quien dice alabarse, y hablar bien de sí mismo, y elogiarse, dice aplaudirse. Es lo que hasta ahora solían hacer los dirigentes chinos, que cuando estaban presidiendo uno de esos salones inmensos de sus asambleas y congresos y se ponían los asistentes a aplaudir, ellos mismos también se tocaban las palmas, sumándose a la cerrada ovación de aprobación.

Esto me ha hecho recordar algo que no viene al cuento, que era la vieja costumbre española de llamar a los camareros de las terrazas de los bares dando dos palmadas. Y había en Sevilla un camarero muy divertido al que le fastidiaba, como a tantos, esta forma de llamarlos para que atendiesen, y le decía al cliente que lo reclamaba:

-- Tranquilos, que sé que he estado bien, pero no tanto como para que me toquen ustedes las palmas...

Lo que sí viene al cuento de las palmas es que Yolanda Díaz me tiene entre sorprendido y maravillado con su costumbre de subir a los escenarios donde va a dar un mitin aplaudiéndose ella misma por el camino. Pero no tocando las palmas a la altura de la cadera, sino con las manos por encima de la cabeza, muy ostensiblemente, como animando a los asistentes a persistir en el aplauso de recibimiento. Como suele el público asistente a los conciertos de los grupos musicales o los cantantes de moda: aplaudir con los brazos extendidos hacia arriba y las manos bien altas, para que se vea bien que lo que les gusta.

Y Yolanda Díaz, además, no es de las últimas en terminar de aplaudir, no. Cuando muchos ya han cesado en su aplauso y se disponen a escucharla, ella sigue dale que te pego a las palmas. Me tiene intrigadísimo esto de que Yolanda Díaz sea la claque de sí misma y llegue a los escenarios con el aplauso puesto y en curso de aumento. ¿Es exceso de confianza en sí misma o es todo lo contrario, una forma de romper el hielo de lo que a algunos oradores impresionan los auditorios a los que han de dirigir la palabra?

Desde que presentó su idea de "Sumar" como nombre provisional en el antiguo Matadero de Madrid y hasta que lo ha puesto oficialmente en circulación con tal título y con las zurrapas y morralla de todos los grupos a la izquierda de la izquierda, la vicepresidenta segunda del Gobierno no hay acto de su proyecto a cuyo escenario no suba tocándose las palmas a sí misma, haciendo como de jefa de la claque de la suma de todos aquellos con los que quiere llegar a la presidencia del Gobierno del Reino de España, que mal que le pese esto todavía, por mucho que se aplauda a sí misma, sigue siendo una Monarquía parlamentaria constitucionalmente aprobada en referéndum en 1978. ¿Ganará las elecciones de diciembre quien más se aplauda a sí mismo? En ese caso, ni Sánchez ni Feijóo, que no se tocan las palmas nada, sólo se autoelogian de palabra. Y Sánchez, diciendo mentiras. Pero vaya con Podemos o no vaya, que le quiten a Yolanda lo que se ha aplaudido ella misma.

 

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