ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de abril  de 2023
                               
 

Priostías de casetas

A los que nos gusta más la Semana Santa que la Feria todo se nos va en hacer comparaciones entre ambas fiestas. En las que, para nosotros, gana la Semana Santa. Pongo siempre el ejemplo de la trasera: ¿qué es más hermosa? ¿La trasera de un palio o la de una caseta? Como que yo lo añadía a las comparaciones populares: "Anda, que eres más feo que la trastienda de una caseta". Y si lo dudan, pasen por la avenida de Juan Pablo II, donde dan las traseras impresentables de muchas casetas antes de llegar a los dominios de los cacharritos de la calle del Infierno.

Hago esta introducción sobre la comparación entre Semana Santa y Feria porque igual que ante un paso nos preguntábamos que cuántas horas de trabajo llevaba tanta amorosa devoción en su mudá, armá, montaje, fundido de cera y colocación de flores, y no hallábamos más contestación que la fe de los hermanos de esa cofradía, en la Feria sí hay cifras oficiales del currelo que supone, dadas por el Ayuntamiento. Para el mantenimiento y ornamentación del Real, la Delegación de Fiestas ha contado con 400 trabajadores de las contratas municipales y se han invertido 125.000 horas de trabajo. Pero eso es para la Feria en general, la de las 1.057 casetas y 90.000 farolillos. Pero ahí no se cuenta el montaje de cada una de las 513 casetas de entidades y 524 familiares. Que esto de "familiares" es un decir. Antiguo. Ya no hay bolsillo de una familia que, como antaño, ponga la caseta ella sola. Las casetas familiares son ahora de varias familias, en algunos casos más de las que cabrían en el módulo o los dos módulos. Las que algunos han perdido porque se les pasó el plazo de renovación, y ha sido el rechinar de dientes de los socios que dejaron a uno de ellos encargado de la burocracia.

¿Cuánto tiempo de montaje, cuántas horas de afición a la Feria y de ilusión por las horas alegres que se pasarán allí hay en cada una de esas casetas familiares? No hablo del personal contratado para montar las luces e instalar la barra y el cuarto de baño, sino de los propios socios arrimando el hombro, haciendo las cadenetas, poniendo los farolillos, las cortinas de encajes, la cornucopia que está desde el primer año que abrieron la caseta para no se perdiera la concesión que el primitivo concesionario del módulo ya no tenía ganas de poner más. Volviendo a la comparación de ambas fiestas, en la Feria hay priostías en las casetas, socios que se saben de año en año cómo y dónde va cada elemento de siempre. Priostías donde no hay que limpiar la plata, sino ver cómo caben más veladores. Porque no sé si lo han observado, pero a imitación de Sevilla toda, y en lo que tiene de "ciudad efímera", en les casetas cada vez hay más veladores y menos espacio para bailar sevillanas. Yo me acuerdo ahora de la caseta clásica y ejemplar que ponía el fotógrafo Luis Arenas Ladislao con sus hijos y que siempre se llevaba el primer premio, donde no había tantos veladores, sino unas pocas sillas estilo sevillano, una consola isabelina y el espejo de una cornucopia donde se reflejaba la gracia de las "sevillanas bailando sevillanas", que escribió Gerardo Diego.

 

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