ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 6 de mayo  de 2023
                               
 

Sin complejo de Reino Unido

Algunos guasones sevillanos, cuando murió en septiembre la Reina Isabel II de Inglaterra y juró como Rey heredero el hasta entonces Príncipe de Gales, dijeron que había elegido un nombre que sonaba a brandy de González Byass en un anaquel de Casa Morales: Carlos III. Pero, bromas aparte, la gran ceremonia de hoy en Londres para su coronación nos da envidia a los españoles que estamos orgullosos de serlo y de sentirnos monárquicos por razones históricas y estéticas. ¿Se imaginan que esa coronación fuera en Madrid, la de críticas? Tantas, que los Reyes de España no son coronados, sino proclamados por el Parlamento. Eso que se evitan, las críticas de los malintencionados, que se hartarían de hacer chistes de cómo le sienta la corona, si bien o mal. Aquí no se corona más que a los Reyes Magos de la Cabalgata del Ateneo para evitarnos estos problemas. La Corona de España como tal símbolo de la Monarquía parlamentaria aparece en lugar preeminente en la ceremonia de proclamación del Rey, pero no se la ciñe. Así lo han visto las generaciones actuales en la proclamación de Don Juan Carlos I o Don Felipe VI como Reyes, quienes han llevado a España al más largo período de estabilidad y prosperidad de su Historia, hasta que nos venido de pronto, como si nos hubiera mirado un tuerto (o un Sánchez) la crisis bancaria, el cambio climático, el volcán, la sequía, la guerra de Ucrania, la inflación y sigan poniendo desgracias, empezando por la abdicación de quien fue "el motor del cambio" de una ejemplar Transición desde la dictadura a la Constitución de 1978, en la que no se reconoce que el hijo del Conde de Barcelona renunció a todos los poderes dictatoriales que recibió de Franco para cederlos a la soberanía popular.

Vistas desde estas circunstancias de España, donde nos da complejo ser un Reino constitucional, a mí me da envidia el apego y veneración de los británicos por las tradiciones de su Reino Unido. Aquí sería impensable ver cuanto hoy vamos a presenciar desde el Palacio de Buckingham a la Abadía de Westminster, donde Carlos III ceñirá la corona de San Eduardo, el cetro y la bola del orbe (como la que nuestro Santo Rey lleva en la mano), símbolos del Reino Unido de la Gran Bretaña. Aquí saldría el tonto de la bandera republicana de turno diciendo que cuánto nos cuesta todo eso, y que quién lo paga, y por qué la Corona tiene tanto dinero. Y habría cientos de indocumentados en Historia, tertulianos especialistas en todo, largando contra la coronación por esas televisiones y esas radios, en lugar de estar, como los ingleses, hace tres días cogiendo sitio en butacas y sacos de dormir en el Mall para ver pasar la carroza histórica con Carlos y Camila como Reyes, de Palacio a la Abadía, para envidia de los que de mayores quisiéramos ser británicos en estas ocasiones en que se respira Reino, Historia, Continuidad, Democracia, Estabilidad. Menos mal que Dios salva al Rey de Inglaterra, entre otras cosas, de ser español. Aquí lo de Real no se discute más que cuando se aplica al Madrid en la final de la Copa del Rey del Estadio Olímpico, dónde verá usted cómo los del Osasuna silban la Marcha Real y abuchean a Don Felipe VI.

 

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