ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 26 de mayo  de 2023
                               
 

El magnolio de la Catedral

Dijeron que el magnolio de la esquina de la Catedral con la Avenida y con el Archivo de Indias estaba enfermo. Seco sí que estaba el suelo de su jardincillo, y eso que no había llegado la sequía. Pero debió de tener efecto la llamada que desde aquí hicimos en favor del árbol enfermo o por lo menos abandonado. Y buen médico jardinero tuvo, porque nuevamente está cuajado de blancas magnolias, cuando hubo un tiempo en que parecía que estaba condenado a secarse. Es uno de los árboles más insignes de Sevilla. Como los dos laureles de Indias ante el Banco de España en la plaza de San Francisco o los cuatro ficus de la plaza de San Pedro, como cuatro hachones del paso del Cristo de Burgos. Muchos árboles forman parte del paisaje monumental de la ciudad. Pero nuestro magnolio les gana a los más insignes, porque no sólo forma parte del paisaje urbano, sino de la propia Catedral. Este magnolio que es, como la seo hispalense, patriarcal y metropolitano, proclama la honda y verdadera primavera de Sevilla, el Pentecostés florido. Cuando ya han florecido la jacaranda y la buganvilla. Cuando la tipuana está en flor, escoltando al río a lo largo del Paseo Colón y alfombrando con sus petaladas amarillas las procesiones de gloria o a Su Divina Majestad bajo el palio sacramental de un cumplimiento pascual de cera roja, carráncanos y chaqués. Y es ahora cuando florece el magnolio de la Catedral.

El magnolio tiene algo de seise. Ofrece la blancura eucarística de sus flores como de Custodia y Tantum Ergo cuando sabe que van a bailar los seises y que al lado, por la puerta de San Miguel, va a salir Dios a Cuerpo en la Custodia de Arfe. Los cernudianos saben la mucha Sevilla de "Ocnos" que hay en las blancas flores del magnolio catedralicio. No crean que es tan antiguo. Como a los hijos de los amigos, yo lo he visto crecer. Vi cómo una vez colocaron bajo sus ramas la estatua del Martínez Montañés, que quitaron del Salvador...¡para que pudieran aparcar más coches! Y la colla flamenca del Gran Simón, El Gringo, Manolito Rubio y Gutiérrez cantaban en el tablao de La Cochera una letrilla con música chirigotera del salamalecún de "Los Beduinos" de Paco Alba: "A Martínez Montañés/del Salvador lo han quitao/y frente a los meaeros/que hay en Correos/ lo han colocado".

Se llevaron a Martínez Montañés de vuelta al Salvador, para que cada Jueves Santo viera pasar a su Señor de Pasión. Quisieron poner allí el bronce del monumento a Juan Pablo II que ahora está en la Plaza de la Virgen de los Reyes, bajo la espadaña del convento de la Encarnación cuya solitaria campanita desafía con su belleza al poderío del repique general de la Giganta. El magnolio siguió en su esquina. Como tantas cosas de Sevilla, como un costumbre tenida por tradición de siglos, pero que alguien inventó ayer por la mañana. El magnolio de la Catedral tiene tantas blancas flores como leyenda y poesía encima. Un Pentecostés más ha oído de cerca la cohetería de las carretas del Rocío del Salvador. Un año más, allí está con sus flores casi nupciales. Como un homenaje a Cernuda. Como un ruiseñor sobre la piedra del atardecer en la Catedral.

 

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