ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de junio  de 2023
                               
 

Una Sevilla que no cambia

Hagan abstracción de las tiendas tradicionales que cerraron, de las franquicias que abrieron, de lo que se derribó sin saber por qué, que decía Bécquer, de lo que se construyó sin saber cómo. Hagan abstracción de la ciudad que forma la carrera del Corpus. No miren a su alrededor, a los turistas que con cara de extrañeza contemplan la procesión en chancletas y pantalones cortos. Háganse la idea de que sólo existe el Corpus en sí, la procesión y Sevilla. Y repasen una Sevilla de nostalgias que no cambia cada jueves que reluce más que el sol que salió por los Alcores.

No cambia el olor a romero con el que amanece Sevilla. No cambian esos tres hermanos de esa cofradía de gloria con tan corta nómina que van camino del Patio de los Naranjos con el bacalao y dos varas. No cambia la música de la Banda Municipal cuando viene con la corporación municipal camino de la Catedral. No cambia el ropaje rojo de los maceros. No cambia la Policía Municipal de gala, con esas plumas que parece que les ha prestado la Banda del Sol. No cambian las pocas filas de sillas en la Avenida. No cambian las sillas contra los escaparates de Peyré en la calle Francos. No cambian estos toques de la Giralda que nos anuncian el gozo. No cambian los lejanos sonidos de una marcha militar, la tropa que viene a rendir honores y queda formada delante de Correos. No cambian las flores del magnolio de la Catedral, como esperando los abanicos que libren del sol y de la calor a quienes van llegando a las sillas.

Y ahora que ya han sonado las ocho y media de la mañana, y que Sevilla está más reluciente que el sol que empieza a calentar, no cambia la puntualidad de la cruz alzada arzobispal del Cabildo Metropolitano que abre marcha. No cambian los carráncanos de la Sacramental del Sagrario, con sus rojos atuendos, sus cascos como de ángeles cuzqueños defensores del Sacramento. No cambian las medallas de los hermanos que vienen con sus cofradías a rendir homenaje a Su Divina Majestad. No cambian los viejos estandartes de las hermandades de gloria. No cambian esos escapularios del Carmen que llevan los hermanos de esta representación. No cambian las campanillas que suenan en algún guión. No cambia la cera roja de las sacramentales. No cambian Santa Justa y Rufina en su paso, aguantando a la Giralda. No cambian ni San Leandro ni San Isidoro. No cambia la imagen de Sor Angela, con el cariño de Sevilla por las Hermanas de la Cruz. No cambia el armiño de San Fernando. No cambia la marcha que toca la Banda Municipal: "Venid adoradores y adoremos". No cambia El Niño Mudo. No cambia la Custodia Chica. No cambian los seises. No cambia el doblón que les da la ciudad. No cambia esa Giralda de plata que es la Custodia de Arfe. No cambian ni la uva en agraz ni el trigo que la adornan. No cambia el repique general de la Giralda cuando sale por la Puerta de San Miguel. Porque nunca cambia la vueltecita que Dios, a Cuerpo, se da por su Sevilla en estas gozosas mañanitas de junio y juncia.

 

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