Me encuentro ahora, antes de tirarla a la papelera, la propaganda electoral que había en el buzón cuando lo abrí para buscar en la tarjeta del Censo el sitio donde debía votar, por lo que decían que muchos colegios habían cambiado su ubicación habitual para evitar las grandes calores. Y entre la propaganda encuentro la del PP, con la papeleta de los candidatos a diputados del Congreso y su correspondiente sobre, y las cruces ya puestas en los nombres de los tres de la larga lista del Senado en su papel sepia anaranjado. Y entre este material, me encuentro con una carta con la firma de Alberto Núñez Feijóo y, bajo su nombre, su condición de "Candidato a la Presidencia del Gobierno de España". La carta viene encabezada por el lema que aún pregonan las banderolas por las farolas en las grandes avenidas, y que, leído ahora, después de la noche de la amarga victoria o de la dulce derrota, suena como lo que es, como una oportunidad perdida: "Es el momento". Les falló el tiempo verbal. El momento era el día siguiente al debate con Sánchez. Si las elecciones hubieran sido inmediatas a ese "cara a cara", de verdad que hubiera sido el "verano azul" del desafortunado lema. Entonces es cuando, antes de tantos errores de la última semana de campaña, se acababa de producir ese tsunami azul del descubrimiento de un candidato moderado en sus planteamientos de derecha, valiente y eficaz en la forma de exponer sus argumentos, esperanzador en las medidas que anunciaba cuando, como entonces parecía casi seguro, llegara a La Moncloa.
Uno de los problemas de la derecha ha sido el triunfalismo de vender la piel del oso antes de cazarlo, cuando sólo estaba en la mira telescópica del rifle de Michavila, que al final sólo clavó su previsión de los embotellamientos a la entrada de las grandes ciudades el domingo electoral y su consejo de ir antes a la urna que a la tumbona de la playa.
En esa carta, Feijóo me tutea: "Me gustaría poder competir contigo algunas reflexiones acerca de la España que queremos construir entre todos". Me recomienda la papeleta que me manda como "una poderosa herramienta para conseguir un cambio sereno". Y a la vuelta del papel, como en la letra del bolero, todos los proyectos de lo que pudo haber sido y no fue: "Nombraré un Gobierno más reducido que el actual. España no necesita los 22 ministerios que nuestro país soporta. Encargaré una auditoria para que los españoles conozcan exactamente cómo están las cuentas publicas de la nación. Rebajaré el IRPF a las renta medias y bajas para ayudar a los españoles a afrontar un contexto económico difícil para las familias. Recuperaré el delito de sedición y aumentaré las penas por corrupción, en línea contraria a lo hecho por el actual Gobierno. Revisaremos las leyes y medidas en las que el voto de Bildu fue decisivo, como la de Memoria Democrática..."
¡Ay, qué oportunidad perdida! Es una vergüenza para los españoles que nuestro futuro inmediato dependa ahora de un bloqueo o de un golpista separatista, prófugo de la Justicia en su corte de Waterloo.
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