ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  27 de octubre  de 2023
                               
 

El Cervantes

No todas van a ser noticias de negocios tradicionales que cierran, de locales que quedan vacíos a merced del saqueo de los carritos robados en los supermercados donde transportan sus mercancías los chatarreros rumanos. Hoy es un gran día, porque hoy no le tenemos que escribir el gorigori a ningún establecimiento histórico que cierra, sino todo lo contrario: echar un pelón para celebrar el renacimiento de un local cerrado desde hace tres años. Hoy, señores, vuelve a abrir el Cervantes, el antiguo Teatro Cervantes, el único cine histórico de pantalla grande que se conserva en Sevilla.

En estos días en que vuelve gozosamente a abrir el Cervantes cumple exactamente 150 años. Es para encender 150 velas de alegría: algo que creíamos pertenecía a la Sevilla que irremediablemente perdimos vuelve a la vida. El Cervantes es el único de los teatros conservados en el centro, de aquella Sevilla del San Fernando, del Alvarez Quintero, del Imperial, del Coliseo. Fue templo de la copla y pasaron por allí los espectáculos de todas las grandes, de Concha Piquer a Juana Reina. El edificio es obra de Juan Talavera de la Vega y fue inaugurado el 18 de octubre de 1873, con «La dama boba» de Lope de Vega, agotándose sus 2.500 localidades. Está ligado a la historia de la copla y a la biografía de los hermanos Álvarez Quintero, que estrenaron allí en 1888 su primera obrita teatral: la comedia "Esgrima y amor". Alternó cine y teatro hasta que en 1964 se dedicó exclusivamente al cine. Ha resistido como un héroe, el único de Sevilla que no convirtieron en multicines ni que, después de haberlo troceado en salas, cerró, como acaban de hacer con la mitad de los locales de exhibición del Nervión Plaza.

El Cervantes fue construido en un estilo decorativo propio del Segundo Imperio. Su planta es de herradura, con tres pisos volados sin sustentos. Entre 1896 y 1906 se realizaron diversas obras, afectando, entre otros elementos, al escenario; al número de sillas del anfiteatro, que se amplió; al número de palcos, que se redujo, y al alumbrado de gas, que se sustituyó por el eléctrico. Una nueva renovación en 1909 lo convirtió en el teatro más elegante, cómodo y técnicamente dotado de Sevilla. En la década de 1950 se remodeló el teatro para hacerlo simultáneamente sala de cine, afectando a la fachada principal y a los vestíbulos. A pesar de los años, le queda la elegancia del gran teatro de abrigo de pieles y olor a naftalina que fue y del cine de estreno de la sesión vermú: las dimensiones de la sala, su lámpara de araña de Vicente Cebriá, sus butacas maravillosas, su embocadura de escenario aún como de teatro, donde se estrenaron en Sevilla muchas películas de Cifesa, de Cesáreo González o del primer Berlanga. Un auténtico monumento vivo del cine, al que hay que proteger y ayudar de la mejor forma: yendo allí a ver películas, en el ciclo especial que ha programado Unión Cine Ciudad, cuyos beneficios serán para la Asociación Autismo Sevilla. Así que todos al Cervantes, para que no volvamos a tener que lamentarnos del único gran cine de pantalla grande que nos queda en pleno centro de Sevilla.

 

 

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