La pescadería tiene el mismo espejo que te reflejó
            cuando, de niño, ibas a comprar pedacitos y rábanos y una rosca de Alcalá. Ese espejo
            contempló muchas de estas tardes de toros, al final de la corrida, a don Eduardo Miura,
            el gran señor de Zahariche, que venía a comprar su cartucho de pescado para la cena. Ir
            a la pescadería al final de la corrida y comprar el cartucho de pescado es como un
            homenaje de la memoria de la ciudad a Pepe Luis Vázquez. En el rótulo de la calle de la
            Mar esquina a Castillejo pone freiduría, pero se pronuncia pescadería. Algún
            día, a modo de Tomás Navarro Tomás, tendrás que hacer un Manual de Pronunciación
            Sevillana, con todos estos dobletes léxicos de la muerta lengua de los letreros y el
            habla viva de la calle, inalterable por mucha modernidad, mucho progreso y muchas
            exposiciones que le echen, ¿qué ciudad pudo con dos exposiciones en el mismo siglo?
            ¿Podrá acaso Lisboa, la Lisboa de los portugueses del Hotel Simón, con una sola
            exposición?
            Y con el mismo espejo, y con
            el mismo cristal en el escaparate, la pescadería ha cambiado de dueño. Aquellos gallegos
            que tenían la fachada pintada de colorado eran también los dueños de la pescadería de
            la Europa, junto a la lotería de Escámez. Era un tiempo en que cada barrio sevillano
            tenía varias pescaderías. Hago memoria de las que nos quedan de rondas adentro y son un
            memorial de ausencias. Apenas la pescadería de la Puerta de la Carne, la de la
            >Alameda frente a Las Maravillas, la de la Puerta Osario, la de la Puerta del Arenal...
            ¿Coincidían, acaso, las pescaderías con las puertas de la ciudad? En fotografías
            antiguas de las puertas de la muralla, antes de los derribos del alcalde García de
            Vinuesa, se ve siempre que junto a las puertas había tres elementos fijos: una capillita,
            una cartelera de toros y un puesto de calentitos. Las capillitas quedan, Postigo del
            Carbón, Postigo del Aceite, incluso algunas capillitas tan llenas de gracia como el
            avemaría de la espadaña de la basílica macarena. Quedan las carteleras de toros, que en
            la época de Vía Digital las corridas se siguen anunciando donde estaban las puertas,
            cartelera de Puñonrostro, cartelera de San Agustín, cartelera de la Puerta Real... Pero
            las pescaderías, ay, ya van siendo un recuerdo. ¿Por qué nadie le echa un poquito de
            imaginación y los moteros de la telepiza no pueden traer también, pregunto, un cuarto de
            adobo, cuarto y mitad de pescada y medio de chocos? En Sevilla inventamos el fast food
            mucho antes que se le ocurriera el señor Mac Donald. El fast food más antiguo es
            el cartuchopescao. 
            Y para comprar el
            papelón, el cartuchopescao de después de los toros, otra tarde entras en la freiduría
            de la Puertalarená, la que Isabelita cerraba, anunciando en los papeles que se iba a
            acompañar el bendito Simpecado del Rocío de Triana. Suenan los peroles friendo aceite de
            Minerva Bética y la pescadera anuncia que va a salir pescada. Y ante el antiguo azulejo
            de la Virgen de la Carretería, te fijas en el cartel impreso a ordenador, con la lista de
            precios en inglés: small pieces of hake son los pedacitos; cuttle fish squid,
            los chocos fritos; dogfish pickled, el adobo. ¿Que qué es el adobo? ¿Y tú me lo
            preguntas? El adobo es vinagar, garlic and spices, pero si está clarísimo. Las
            hijas de Isabelita no sólo saben latín como su madre que gloria esté, sino hasta
            inglés. Y es que lo he dicho siempre. La gente del Arenal somos los más universales de
            Sevilla, los más abiertos al río y al mundo. Si Sevilla fue Puerto y Puerta de América,
            la Puerta de ese Puerto eran tres: el Postigo del Aceite, el del Carbón y la Puerta
            Larená, las tres en el barrio. Un letrero de ordenador, junto al azulejo de la Virgen del
            Mayor Dolor en Su Soledad nos aclara finalmente la duda, entre regañás, roscas al
            alcalareño modo, paquetes de aceitunas rellenas de pimiento, alcaparrones y manojos de
            rábanos. El adobo es vinagar, garlic and spices. Por eso gustan tanto en Sevilla
            las Spice Girls y por eso todas las niñitas del Domingo de Ramos iban estrenando a su
            usanza. Las Spice Girls son, en realidad, las Niñas en Adobo. Como el cazón de las
            pescaderías de mi barrio. 
            
            Esquina de la Pescadería La Isla, frente a Casa
            Morales, en la calle García de Vinuesa de Sevilla