Nunca un bien de tantos estuvo amenazado por tantos sitios. Hablo de la
lengua española. Vamos, más exactamente, de lo que es la lengua española, según
ese último superfluo remoquete que se nos ha colado a nivel de los entresijos que
dejó libres el anterior latiguillo. Oigo un comentario glorioso sobre la marcha de un
equipo de fútbol y dicen que van tan bien que jugarán probablemente la Champion League.
Tal como suena, no la Liga de Campeones, no: se es más campeón, obviamente, si se aspira
a jugar la Champiolí, que en nuestra fonética suena a champiñones al ali-oli, porque
nadie entendería nada a estas alturas del debate si digo que suena a cervantino verso de
cabo roto.
No sé por qué la llamada División de
Honor del fútbol español sigue siendo nombrada con ese arcaísmo, totalmente impropio de
los tiempos de agresión a la lengua que vivimos, que es mentarla como Primera División.
Lo único de primera que, a este paso, tendremos en España (perdón, en el Estado
Español) serán los equipos punteros de fútbol. Porque la Primera es más Primera si se
nombra en inglés. Primera era la clase más lujosa de los ferrocarriles. Primera te
sonaba a campanilla por el pasillo anunciando el primer turno en el vagón-comedor, a
mullidos asientos con respaldos de pañitos de croché como los que hacían nuestras
abuelas antes de ir a la novena. Cuando tomo el Ave, me gustaría ir en Primera, como el
Betis de Ito, como el Madrid de Toshack. Imposible. La primera clase se llama en inglés,
Club. Servidor era objetor de Ave porque, degustador del topicazo de la calidad de vida,
para ir en primera tenía que ir montado en un anglicismo, en Club. Para ir a la capital
del Reino cogía el avión, porque allí la calidad se decía en castellano: preferente.
Ya ni eso. En la llamada compañía de bandera, vamos, en Iberia, a la primera clase no le
dicen preferente. Ahora es la Business. Palabra que suena a putón de novela de Fernando
Quiñones. Dices que La Bisnis hacía el francés y le daba a la yerba marroquina y estás
en las noches de Hortensia Romero. Pero, nada: habrá que aprender florido inglés de
Florida. Por la televisión (española), la compañía de bandera (española) anuncia la
nueva primera clase en sus vuelos transatlánticos, que llevan la imagen aérea de este
Reino por esos mundos. Habrán visto la palabra a toda pantalla y toda pastilla: Business.
Un avión grande dando vueltas por allí y la palabra dichosa de lado a lado de la
pantalla. Cuando sale el anuncio de nuestra compañía de bandera, ¿qué pensaran la
mayoría de los españoles que no hablan inglés que será la Business? ¿Será el avión
que sale en el anuncio? ¿Será una máquina? ¿Será Superman? ¿Será un comisario
europeo que nos pone las peras al cuarto? ¿Será el que sustituye a la niña de Botín en
el Santander Central Hispano y de los Grandes Expresos europeos?
Cuando vean ese anuncio, fíjense en un
detalle que no es ni mucho menos anecdótico: el nombre del avión. Ni más ni menos que
"Francisco de Quevedo". Bueno, ustedes ya me entienden. Me estoy refiriendo,
naturalmente, al gran poeta norteamericano Francis of Queved, cuyo nombre no sé por qué
traducen a esa lengua bárbara que apenas hablan cuatrocientos millones de habitantes de
la Tierra. |