Tenía apuntada para comentar en estas sabatinas del habla andaluza la acepción sevillana de la palabra "derribo" que me ha enviado un lector. Pero no me imaginaba que "derribo" iba a darme para todo un artículo enterito. Un derribo es en Sevilla tanto el trabajo de darle a la piqueta para echar abajo algo como más bien el solar resultante de la demolición de un edificio. Decimos: "La Junta, con todo lo que prometió, no acaba de construir nada en el derribo del Equipo Quirúrgico y allí hay ya jaramagos más altos que el pino grande de los Jardines de Murillo". Decimos: "Las Setas se levantaron en el derribo del Mercado de la Encarnación, que estuvo años abandonado".

Punto en el cual llegamos a la conclusión de que lo que pasó en Sevilla en los tiempos dictatoriales de las grandes destrucciones, cuando se cargaron enterita la Plaza del Duque siendo alcalde un catedrático de Historia del Arte, fue que esto era hasta tal punto una ciudad agraria que se importó una torerísima faena del campo bravo: el acoso y derribo. La Plaza del Duque sufrió una faena de acoso y derribo; acoso de los especuladores y derribo de los edificios históricos. Como sufrieron acoso y derribo barrios enteros, cual La Calzada, del que no queda ni memoria allá por la calle Vía Crucis, llamada así por el que rememoraba anoche la Pía Unión, desde la Casa de Pilatos a San Esteban. Principio quieren las cosas, y ahora que en las cofradías gustan tanto las restauraciones, a ver si restauramos el Vía Crucis y como ayer a San Esteban llegan hasta el Humilladero de la Cruz del Campo, creado por el Marqués de Tarifa y origen de la Semana Santa.

-- O sea, que allí fue donde los disciplinantes se pegaron los primeros latigazos con Cruz del Campo, ¿no?

Línea de gracia y bingo de guasa aquí para el señor... Decía lo del acoso y derribo de la Plaza del Duque... Los del franquismo sí que eran derribos, y no los de la Antigüedad, los de romanos y moros. Se ve que en tiempos de los romanos y los moros no había derribistas buenos en Sevilla, como Enrique Pavón ahora, porque cuando demolían algo, se dejaban la mitad sin tocarle. Por lo cual ahora escarbas dos metros y te encuentras con unas termas romanas o con unos baños moros, que es como si Pavón se hubiera dejado sin meterle la piqueta los lavabos, los váteres, las bañeras y los bidés de las grandes casas que derribó la Plaza del Duque.

Tan malos eran los derribistas romanos y moros, que los arqueólogos viven de ellos, de todo lo que se dejaron por demoler. No hay cimentación donde no se encuentre algo que el romano Piquetus Pavonis o el moro Mojamé y Sécame Pab Bon (que eran los derribistas de aquellos tiempos) se dejaron por demoler. Y así le han liado a Zoido la que le han formado con las paralizadas obras de Almirante Lobo, por lo malos que eran los derribistas antiguos. ¿Y en Las Setas? Los que derribaron el convento de Regina para que Pepe Botella construyera el Mercado de la Encarnación eran tan malos que se dejaron allí por demoler nada menos que el Antiquiarium entero y pleno, que salió al escarbar en el derribo de la plaza para cimentar Las Setas. Y en la Puerta Jerez, igual. Los derribistas de las murallas se dejaron hornos árabes y de todo, que se encontraron al hacer el Metro en la Puerta Jerez.

¡Igualito que ahora! El día que derriben el Cortinglés del Duque (que con el tiempo lo derribarán, en el eterno palimpsesto de Sevilla), como aquello se hizo sobre un derribo de Pavón, que deja las cosas como la palma de la mano, no se van a encontrar absolutamente nada. Con lo cual, al alcalde que entonces haya en Sevilla la Junta no le podrá dar por saco con el pretexto de un baño moro que se dejaron aquellos derribistas antiguos que tanto a Rodrigo Caro dieron que hablar. No lo duden: llegará el día en que también derribarán el Cortinglés del Duque. Como tampoco deben dudar que para entonces seguirá el PSOE en la Junta de Andalucía. Eso del PSOE en la Junta es ya una tradición sevillana.

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