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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundoa,  lunes 10 de mayo  de 1999


El reclinatorio

Javier Arenas
Arenas, dispuesto a ponerse de rodillas donde digan sus adversarios

En el pueblo los pobres no iban a la iglesia salvo el día de la Patrona, que se acercaban hasta la puerta para ver salir la procesión entre cohetes y marchas reales. Los demás días, a la misa, el rosario y la novena iban sólo los ricos. Y los de medio pelo, que querían ser como ellos. Se distinguían los unos de los otros por el reclinatorio. Los ricos tenían reclinatorio propio, mientras que los de medio pelo nos teníamos que conformar con coger del hueco de la escalera de la torre una silla de enea que olía a humedad y a chinches. Me encantaban los reclinatorios de los ricos. Todos de terciopelo y caoba, algunos con sus iniciales dibujadas con chinchetas doradas en la cuidada tapicería del como comulgatorio donde apoyaban los brazos. Los reclinatorios eran perfectas obras de tecnología punta de la beatería española. Se les daba la vuelta, se tiraba de unas bisagras, se transformaban, y en el mismo reclinatorio donde habían estado sentados durante la homilía de don Félix el párroco, se arrodillaban cuando alzaban.

Los de medio pelo no tenían reclinatorios tan buenos. A lo más, de madera lavada, sin tapicerías de terciopelo. Incluso no tenían capilla de mayorazgo familiar donde dejarlos, y había señoras que llegaban a la iglesia con la criada detrás, a dos pasos, llevándoles el reclinatorio. Y los que éramos de menos pelo todavía y no teníamos ni criada que nos llevara el reclinatorio, teníamos que conformarnos con arrodillarnos en el puto suelo, dándole la vuelta a la silla de enea, de humedad y de chinches que habíamos cogido del hueco de la escalera de la torre.

Voy a volver al pueblo y en algún zaquizamí o soberado buscaré un viejo reclinatorio para mandárselo de regalo a Javier Arenas. Y si queda alguno de don José Marcos Alvarado, que era el más rico, como sus iniciales en la tapicería de terciopelo coinciden, se lo mandaré a José María Aznar por Seur a La Moncloa. Ha dicho Arenas que, para complacer al PSOE, está dispuesto a arrodillarse donde haga falta y donde le digan Almunia o Rubalcaba, y no es cosa de que se estropee Javier los pantalones, con lo pulido que es, andando doblemente genuflexo por esos andurriales de la campaña, con la mierda que dejó en el suelo la corrupción. Y una vez que ambos se hayan arrodillado, les diré como a aquel torero de Madrid que llegó a Sevilla con mucha fama de sobrado y que inició su faena de muleta de rodillas, dando una tanda de estatuarios doblemente genuflexo. Tras la cual, salió una voz del tendido y dijo:

-- Vale, muchacho, muy bien. Pero ahora, ¡de pie y a torear...!

Está muy bien lo de Arenas de rodillas ante el PSOE, con reclinatorio o sin él. Pero, hijos, lleváis ya tres años de cura de humildad, arrodillados, como pidiendo perdón por haber ganado las elecciones. Y ya es hora de que os pongáis en pie y empecéis a torear... Claro que si voy por el pueblo, la última rica de reclinatorio me dirá:

-- No, no es por el PSOE... Están arrodillados porque está expuesto el santísimo.

El santísimo, claro, es Pujol.

 

 


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