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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo,  lunes 12 de abril de 1999


¿Gobierno liberal?

Plaza de toros de Sevilla
Los toros, que son cultura, dependen de Interior y no de Cultura

Empieza el largo ciclo de las corridas de feria de Sevilla, las del abono, que no sé por qué las llaman así, si su aburrimiento suele ser el peor fertilizante de la afición. Por el callejón de la plaza de los toros, con su gorrilla blanca, estaba Cano, el fotógrafo que ilustró con su Leika medio Cossío, fotografía de Manolete en brazos de las asistencias en Linares incluida. Los que van a los toros como quien va a la ópera, a figurar, no saben ya quién es Cano. Ahora todo el mundo está pendiente del pañuelo del presidente. La gente hasta se sabe el nombre de los presidentes. Entras a la plaza y te preguntan: "¿Quién preside hoy?" Hay un síndrome de Urízar Aspitarte en los presidentes de toros, en los delegados gubernativos. Ojalá en todo el ruedo ibérico la autoridad del Estado gozara de tan buena salud como en los toros. Esta presencia asfixiante de la autoridad es hasta cierto punto divertida. Te preguntan quién preside la corrida y luego: "¿Cuántos toros han rechazado en el reconocimiento?"

Los presidentes y delegados gubernativos de toda España tienen como una liza de protagonismo con los de Madrid, que impusieron la moda en San Isidro, Vía Canal Satélite de Polanco. Cada corrida es un bingo: hoy han rechazado 8 toros, mañana 10... Si quieren montar un negocio productivo, háganse transportistas de toros. El Domingo de Resurrección trajeron a Sevilla hasta 18 toros para remendar una corrida. En la primera de abono, 12, no está mal. Cuantos más camiones vayan y vengan, mayor protagonismo tienen los presidentes. Más se aprende la gente su nombre. Están consiguiendo ser casi tan famosos como los árbitros, vamos, que pronto los llevará José María García de comentaristas. En Sevilla hay un presidente que se llama Teja, y los aficionados, con guasa antigua, dicen, cuando empieza con el baile de corrales: "Ese tío es para darle con el apellido en toda la cabeza...."

Dicen que es la fiesta nacional. No. Es en verdad la fiesta presidencialista. Presidente de corrida o delegado gubernativo hay con afán de notoriedad tal, que se creen presidentes del Gobierno. Con televisión de por medio, aspiran cada tarde a tener sus dos horas de fama. Ni Franco en El Pardo se sentía con tanta autoridad como muchos de estos policías elevados hasta el límite de sus incapacidades. En esta España de los jueces-estrella, son presidentes-estrella, delegados-estrella, veterinarios-estrella: "¿De quién es la corrida de hoy? ¿De Jandilla? Pues se va enterar Borja Domecq..." Salen en los periódicos, hablan de ellos. Lo consiguen. Sobre un absurdo tal como si los árbitros de los partidos de fútbol tuvieran que ser guardias civiles nombrados por la autoridad... y decidieran las alineaciones de los equipos. Nunca hubo tanto intervencionismo estatal en los toros como con un Gobierno liberal. Se mantienen incomprensiblemente los toros en las competencias del Ministerio del Interior, o de las consejerías de Gobernación de las autonomías, cuando en las plazas nunca hay muertos ni tienen que actuar los antidisturbios. En cambio, los campos de fútbol, donde los hinchas mueren a navajazos, dependen del Ministerio de Cultura. Cuando en los toros nadie llama cabrón al árbitro. Y mira que muchos presidentes...

 

 

 


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