La Guinness pronto estará dentro de su propio Libro de los
Récords: la empresa que menos tiempo ha sido dueña de la casi centenaria Cruzcampo, que tomó un día el
buen acuerdo de escribir su nombre tal como se pronuncia. En vista de que se escribía La
Cruz del Campo, pero se pronunciaba Cruzcampo, niño, dame una cruzcampo fresquita, la
empresa decidió que el arte imitara a la realidad y rompió en escribir Cruzcampo. A ver
si aprende de una vez El Corte Inglés y escribe Cortinglés, que es lo correcto en
Sevilla.
Decía que la Guinness pronto estará en su libro de las
marcas porque traspasa a Gambrinus como el que traspasa un jugador del Betis. El
humilladero de la Cruz del Campo que sirve como escudo de Cruzcampo ha sido, por lo visto,
el humilladero de estos señores que vinieron aquí queriendo comerse el mundo y han
acabado igual que los señoritos sevillanos que les vendieron la empresa: cogiendo el
dinero y corriendo si hay que correr. No se cumple, empero, el que llamé Efecto Cruzcampo
en la propia Cruzcampo con respecto a los ingleses de la Guinness. El Efecto Cruzcampo es
que en Andalucía, cuando un negocio va mal, se pide una subvención a la Junta: Chaves,
colócanos a tós. Y cuando va bien y deja beneficios de caballo, se le pega el pelotazo y
se vende. Por lo visto, aunque la Guinness puso a Gambrinus con la dieta de la sopa
comegrasas y lo adelgazó, cada vez se bebe menos cerveza y se distribuyen más marcas de
cerveza, algunas a pique de un repique como la titularmenrte cordobesa Sureña (más bien
Sureña de América del Sur). Por eso, la cerveza cada vez deja menos dinero, aunque
Sevilla se esté llenando de tanques de salmuera.
Yo me alegro que los señores de la Guinness se vayan de
Cruzcampo. Ya que el capital sevillano hizo lo de siempre, pegar la espantá, coger el
dinero y ponerlo a piñón fijo, y ya que estamos predestinados a la colonización de la
Andalucía de las barriladas de Reina Mercedes y las cervezadas de la playa de Cortadura,
prefiero que vengan los de la Heineken, que son casi la Cruzcampo. Verán ustedes por
qué. El sevillano tiene en la Cruzcampo una seña de identidad, como en la Giralda o en
el puente de Triana. Ha habido quien hasta ha derramado su sangre por la Cruzcampo, que es
un bautizo de cerveza en sevillanía. Cuando las cerveceras se repartían sus territorios
, Sevilla era de La Cruz del Campo y Cádiz era de La Cruz Blanca. Jugaba el Sevilla F.C.
el Trofeo Carranza y unos sevillistas pidieron una cerveza en un bar de Cádiz. Les
pusieron Cruzblanca. Al verla, dijeron:
-- Esto es una mierda, nosotros por cerveza entendemos
Cruzcampo.
Y, pum, pelea que te crió, bofetadas, labios rotos.
Sevilla contra Cádiz en defensa de la Cruzcampo. Que hasta tal punto es símbolo de lo
nuestro, que los sevillanos, cuando estamos en el extranjero (y el extranjero puede ser
Bilbao) pedimos la cerveza que más se le parece en sabor y en color a la Cruzcampo. Que
es Heineken. La Heineken sabe como la Cruzcampo antes que llegara Guinness. Ergo si la
compran los de Heineken, la Cruzcampo sabrá como ha sabido siempre y como nunca debió
dejar de saber por culpa de unos colonizadores que suprimieron la Cruzcampo Sin y le
pusieron de mote Kaliber, que suena a granja de pollos de la parte de Utrera. Es curioso,
pero nuestra cerveza puede volver a saber como la Cruzcampo yendo a Holanda después de
pasar por Inglaterra. Para que luego digan que no somos universales.