Si
yo fuera alcalde de un ayuntamiento costero, lo primero que hacía era contratar a Felipe
Martín, una de las personas con más gracia de Cádiz, la ciudad de la gracia. Muchas
veces he hablado de Felipe Martín, el dueño del Mesón Cá Felipe de la calle de la
Palma, en el corazón del barrio de La Viña. Ya les dije que ahora en tiempo de caballas
asás y piriñaca fresquita, en la terraza de su negocio tiene un enorme canasto de
marisquero, donde exhibe los pescados que ofrece, recién comprados a los pescadores de
las barquillas que no lejos de allí se mecen en las olas de La Caleta, que como saben es
plata quieta. Como Felipe estaba harto de que la gente le preguntara si el pescado era
fresco y bueno, puso en el canasto de la exhibición un letrero que dice: "Casi tós
estos pescaos han actuado de extras en las películas del Comandante Cousteau".
Bueno, pues si yo fuera
alcalde de un pueblo de la costa, sea del Sol, sea de la Sombra, sea de Sol y Sombra,
hacía funcionario de empleo al viñero Felipe Martín, para que me redactara un letrero
que poner en la playa. Un letrero que, por ejemplo, dijera: "Esta playa no tiene más
bandera azul que azul de las olas de mar". Porque creo que le regalan un televisor en
color al que diga una playa de España que no tenga bandera azul, qué jartible el tío
que reparte las banderas azules, se pone a repartir banderas azules y no hay quien lo
pare...
--- Sí, pero al alcalde del
Puerto de Santa María, al célebre Nandía, le ha quitado la bandera azul...
Mejor. Así se distinguen las
maravillosas playas del Puerto: Valdelagrana, La Puntilla, Vistahermosa... Nandía tenía
que contratar a Felipe Martín, en vez de haberse cogido el mosqueo que me dicen que se ha
agarrado, en el que ha puesto una bandera por su cuenta, como si las del Puerto no fueran
todas unas playas de bandera, las ponga el alcalde o no la ponga, les quiten la azul o no
se las quiten.
Porque una bandera azul no
dice absolutamente nada, Bueno, sí, asegura que la playa tiene botiquín, altavoces que
digan que se ha perdido Vanessa o Rebeca, letreros que prohiben que bañen perros,
aparcamientos y tíos por la orilla vendiendo papas fritas. Vamos, que la playa tiene de
todo. Pero lo que no asegura la bandera azul de ninguna manera es que muchos de los que
van a bañarse a esa playa no sean unos guarros. ¿Cuánto se gastan los ayuntamientos
costeros andaluces a lo largo del verano en limpieza de las playas? Un dineral. Teófila
Martínez tiene en Cádiz a unas cuadrillas de la empresa de la Koplowitz, unos chavalotes
con unos polos amarillos, que todas las mañanas, pim, pam, pim, pam, se tienen que
recorrer la playa, de Santa María de Mar a Cortadura, recogiendo las porquerías que la
gente tira en la arena, a la que las máquinas le han pegado antes un repaso importante en
el que sacan hasta armarios de dos puertas y tresillos de escai. El Ayuntamiento de Punta
Umbría ha convocado un concurso, en el que premiará al buzo que saque el mayor objeto
tirado a la ría, a ver si sacan los cuernos de los que se dedican a arrojar basuras en el
mar o en su orilla... Latas de cerveza, plásticos de botellines de agua, celofanes de
bolsas de pipas, esas cositas de las que era tan partidaria Matilde Fernández, cáscaras
de asendía, litronas rotas, cienes y cienes de filtros de
cigarros... Nuestras playas, por muchas banderas azules que tengan, dan pena cuando
amanece, en la resaca de la marea, y a los que nos gusta hacer kilómetros y kilómetros
por sus orillas nos dan arcadas de ver tanta porquería como la gente tira. La playa, en
efecto, será de bandera azul, pero los incivilizados que acuden a ella son de bandera
negra.
Por eso yo proponía en tiempo
y forma que hubiera en cada playa una doble bandera: una para el continente y otra para el
contenido. Una bandera que nos dijera cómo está la playa y otra que señalara cómo es
de guarra que es la gente que va allí a bañarse y a tirar cosas en el suelo. Y es que
hay playas que, por mucha bandera azul que les hayan plantificado, son en verdad playas de
bandera negra, so guarros, que sois unos guarros.