La Reina y el Príncipe de Asturias, a la salida de la clínica
donde ha dado a luz la Infanta Doña Elena
Dicen
que la Infanta Doña Elena se recupera a buen ritmo. Pues tiene que ser un ritmo Ricky
Martín de bueno, allez, allez, allez, qué salud de hierro, alteza... Porque hay
que ver a la pobre el jaleo de familia que le traen, todos metidos allí, sin dejarla
descansar, qué jartibles... Aunque le han hecho una cesárea, como están tan contentos,
en cuanto dan las 10 y se acaban de ir los carros del desayuno, se le meten todos en el
cuarto: Marichalar, los Reyes, el Príncipe, Doña Irene, los duques de Palma, la condesa
de Ripalda, los duques de Calabria, prima Alexia, prima Simoneta, la condesa de Barcelona
con la marquesa de Tablantes... Hay cola. Si Paz Padilla estuviera todavía de enfermera,
seguro que los echaba a todos, diciendo: " Pero ¿esto qué es? ¿Un parto o un baile
en Palacio? "
Me encanta esta Familia Real
Española, tan real y tan española. La clave me la dio la Reina la primera vez que
acudió la clínica. Llevaba, junto al bolso, una bolsa de compras. Qué madraza Doña
Sofía... Es que estaba oyendo el teléfono, momentos antes, Doña Elena diciéndole:
" Mamá, cuando vengas, pásate por casa y tráeme la toquilla turquesa, que se me ha
olvidado..." En este parto la Familia Real ha aparecido hecha una piña, como si
fuera la familia del Rey de los Gitanos en vez de la del Rey de España. Los calorrós,
cuando uno de los suyos está en el hospital, hacen guardia hasta tal punto que montan
candeladas y campamentos en el exterior noche de la película de un mundo donde todavía
no se han perdido los sentimientos. A los Borbón les ha faltado la candelada en los
jardines del Ruber por la noche, pero no desespero de que la enciendan antes de la
fotografía oficial del excelentísimo bebé. Los payos vamos perdiendo las buenas
costumbres que los gitanos mantienen. Y eso que en España estamos todavía muy lejos de
la frialdad de Europa, donde al que ingresan en un hospital la propia familia le da
tratamiento de apestado. Si van a verlo, es en los días y horas de visita, y punto. Una
de las pocas cosas que España no ha entregado aún en el altar de sacrificios de Europa
es, gracias a Dios, la figura del acompañante del enfermo, eso de que en los cuartos de
los hospitales españoles haya silla de campimplaya de acompañante y hasta cama para el
acompañante. Aquí te puedes morir, porque la calidad de la asistencia sanitaria va por
otro lado, pero ten por seguro que te mueres, eso sí, muy bien acompañado.
A Steffi, la novia alemana de
mi hijo, en su cultura de la frialdad de Maastricht, le sorprende que en España estemos
todo el día que voy y que vengo al hospital si tenemos a alguien malo. Tengo que llamar a
Steffi para que se enchufe al canal internacional de TVE y pueda comprobar cómo los Reyes
son tan campechanos y tan Borbones que forman una Familia que más real y más española
no puede ser: hala, todos en la habitación de la clínica... Y eso que no dejaron entrar
a Alvarez del Manzano, que es el clásico conocido que se mete en el cuarto para ofrecerse
para lo que haga falta: "¿Quiere que le traiga un heladito de la cafetería?" Y
es que, por real y por española, la augusta Familia no sabe que una obra de caridad es
visitar a los enfermos, sí, pero que dejarlos tranquilitos también es otra obra de
caridad.