Diario El Mundo

El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,  jueves 10 de septiembre de 1998


Japoneses en la Bienal Flamenca

Fosforito

Fosforito, en la Bienal de Arte Flamenco de Sevilla

Ni cuando mi querido Niño del Sol Naciente , antes de aquel trágico volteretón, toreaba en Alcalá de los Panaderos de la mano del recordado John Fulton, con Curro Camacho con el alma en un puño por allí por el callejón, había tantos japoneses. Llegué la otra noche al teatro de la Maestranza, el de la continua Bienal Flamenca de las palmas a compás tras las óperas, convidado por Soledad Becerril a un rito de obligado cumplimiento para los que profesamos la doble andaluza y villaloniana militancia de Cádiz y Sevilla, y aquello parecía el Metro de Tokio a las siete de la mañana. No es que yo haya estado en el Metro de Tokio a las siete de la mañana, cuando voy a Tokio no me levanto tan temprano. Pero si no hay japoneses a las siete de la mañana en el Metro de Tokio , ¿dónde los va a haber, joé? Pues en la Bienal de Flamenco de Sevilla...

Dios mío de mi alma, qué cantidad de japoneses. Japonesas más bien. Con el ábaco de la aritmética flamenca de Agustín el Melu, yo calculo que allí en el teatro de la Maestranza, viendo el maravilloso montaje de Mario Maya sobre mi "Habanera de Cádiz" y otras dulzuras guajiras de los cantes de ida y vuelta y de Pericón yendo a tomar café a La Habana con el cigarro encendío, habría por lo menos siete mil millones de japonesas. Y eso, tirando corto.

Con lo grande que es el mundo, me sorprende siempre que sea el Japón la nación donde más ha arraigado el flamenco. En Japón dicen que hay más academias de baile que en Sevilla, por la misma regla de tres de que en Madrid hay más restaurantes vascos que en Euskadi o que en Málaga hay más mesones serranos que en Jabugo. En Japón dicen que las guitarras las fabrican en serie y las venden por cientos. Todo flamenco que se precie nos ha contado su gira por Japón, donde los hallares se llaman yenes, que se los traen a espuertas, de los éxitos que tienen y de los contratitos tan buenos que firman. Me sorprende lo del Japón porque lo más lógico sería que el flamenco tuviera su tercera patria, después de Andalucía y tras los gitanos y emigrantes de Cataluña, en algún país de raíz hispana, por ejemplo en México. En México hay caballos, toros, gallos de pelea, todo lo que le gusta a mi flamenco amigo don José el Manteca, obispo emérito de La Viña gaditana. Todo cuanto es el universo estético del cante, el baile y el toque. Por haber, hay en México hasta guitarras. Y no sólo guitarras; incluso guitarrones en los mariachis. Pero no hay una desmedida afición por el flamenco, a pesar de los éxitos que tuvo allí Lola Flores. Suárez Japón, que es buen aficionado y que viene de los Japones de Coria, tendría que explicarnos las razones culturales y sentimentales de este arraigo de las claritas del día del cante de los cabales en el Imperio del Sol Naciente.

Con el teatro lleno de japonesas de Madame Buterfly y de japoneses de Tora,tora, vi que el jerezano Manolo Ríos Ruiz saludaba como de la familia a una japonesa, que le decía:

--- Mi arma, Manolo, qué de tiempo sin verte, niño...

Conozco estos saludos de los japoneses. Curro Romero se tira de risa cuando oye al Niño del Sol Naciente saludar a alguien, flamenquito:

-- ¿Cómo estás, corazón?

Preguntéle al poeta Ríos Ruiz quién era la japonesa, aquella Michiko tan flamencona, y me dijo:

-- Es crítica de flamenco del periódico más importante de Tokio, y se pasa aquí toda la Bienal, mandando crónicas todos los días. Y no veas el compás que viene...

Me entero luego de que en la Bienal imparten cursos de baile, de guitarra y de percusión. Lo de percusión es el cajón flamenco, me imagino, de modo que dentro de nada no habrá coro rociero que se precie que no lleve a un japonés como encargado de la parte del cajón. Es de cajón, con el compás que llevan dentro estos nipones. Si Sender viviera, tendría que cambiar la tesis de Nancy. Ya no hay tesis de Nancy que valga. Ahora es el compás de Chizuko Otsuka o la vueltecita con tanto arte que se pega Ikiko Tecta.

 


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