Las
librerías San José y Eulogio de las Heras. La librería Oliam.
El reñidero de gallos de la calle Doña María Coronel. El
canódromo de Amate. Clínica La Montaña en la Alameda.
Cuervas el de los juguetes. Las paradas de los autobuses del
Aljarafe en el Mercado de Entradores. El almacén de plátanos
en la Encarnación. La fábrica de sombreros de Fernández y
Roche en la calle Arroyo. Perfumería Recio. El Bar Los 48 en
el kilómetro 548 de la N-IV, junto al campo del Betis. La
Torre de Ingenieros de Pineda. Los rombitos monodosis de
champú que se compraban en la droguería para lavarse la
cabeza una vez a la semana. El Cine Heliópolis, junto al
Avelino. La miguilla de la Cruz Verde.
La quincalla Casa Pérez en la calle Puñonrostro, luego
ampliada en la esquina con Recaredo, frente a la Cochera de
los Tranvías, y rotulada como Almacenes Pérez. Cuando Casa
Robles era una tienda de comestibles de la calle Francos,
esquina a Pajaritos. Los escribientes de Almacenes Peyré que
se veían por las ventanas de calle Francos, con manguitos,
en sus mesas inclinadas. La pequeña tienda de cambio de
novelas en un zaguán de la calle Arfe. El puesto de
periódicos del zaguán de la Asociación de la Prensa, en la
plaza de San Francisco. Caramelos Mauri en la calle Muñoz y
Pabón. Los cuarterones de tabaco de estraperlo "El
Cubanito". Café Moka en la Cuesta del Rosario. Los cortes de
traje de Tamburini y de Gorina. La Peña Rociera del Barrio
León. El almacén de tejidos de Algarín Hermanos en la calle
Lineros, frente a Vilima. Los velos blancos del mes de mayo
en el colegio de las Esclavas. La fábrica de helados de
Ballester en la calle García Ramos. La perfumería Arancón.
Llegar a casa a las 10 de la noche, inexcusablemente. La
peletería Jacinto de la calle Tetuán.
La mercería de Rogelia en la calle Tomás de Ybarra. El
colegio de los Escolapios en la plaza Ponce de León, antes
de trasladarlo a Montequinto, donde don Antonio Martín
Flores introdujo el voleibol en Sevilla. El puesto de flores
en los Jardines de la Caridad de la calle Temprado. Los
talleres Chávez en la calle Santander. Las mañanas de fiesta
del día de San Fernando en el patio del colegio de los
Maristas de la calle Paraíso y los nervios de los niños
esperando ansiosos la salida de los curas jóvenes que los
perseguían, correa en mano, disfrazados de cabezudos. El mes
de mayo en el colegio de los Maristas, con flores a María.
La tienda de comestibles de Manolo Castro, la pandilla de la
esquina y el equipo del Huracán en el barrio de El Porvenir.
Ir a la playa de Chipiona o de Valdelagrana los domingos,
cinco en un Renault Dauphine sin aire acondicionado y sin
autopista de Cádiz. El parte de Radio Nacional a las 10 de
la noche: "Gloriosos caídos por Dios y por España,
¡presentes!".
Pastillas Koki de mentol-penicilina: "Gallo que no canta,
algo tiene en la garganta". "En invierno y en verano,
Calzados Díez Hermanos" (en la plaza de San Agustín). "Para
buena cerveza y mejores pajaritos visiten Bar Quito" (en
Puente y Pellón). Los billetes amarillos de ida y vuelta de
los autobuses municipales, llamados inicialmente "El
Pegaso". Los niños haciéndose fotos con un Rey Mago de barba
blanca sintética en la puerta de la Clínica de las Muñecas
de la calle Cuna. La palomita de anís escuchando por la
radio Cabalgata Fin de Semana. El vivero que había donde hoy
están el Instituto Fernando de Herrera, la Residencia de
Estudiantes y la Jefatura de Tráfico,construidos por este
orden. Cesta y Puntos. El capitán Tan, Valentina y
Locomotoro. (Redactado con recuerdos enviados por los
lectores al correo:
[email protected] )
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