Han
            plantado una vela en el andén del Ayuntamiento, y es como si la Casa Grande se hubiera
            colocado aquella chaqueta blanca de hilo que por el verano se ponían los señores en
            Sevilla, anda que no sé ná del arte sartorial, por algo soy hijo de sastre, de tu
            maestro, Fernando Rodríguez Avila... Han plantado una vela en el andén del Ayuntamiento
            y es como si hubieran vestido de verano, de magnolia y jazmín, aquellos recuerdos de
            azahar de la Banda de Soria tocando la marcha Aguas en la larga chicotá de la
            cofradía del Museo el Lunes Santo. Han plantado una vela en el andén del Ayuntamiento y
            la Casa Grande tiene más de casa de todos. Es como toldo de terraza de bar, para sentarse
            al fresquito con la cervecita y la tapa de picaíllo... Es como porche de casita
            adosada del Aljarafe, de la carretera de Utrera, esas nuevas Sevillas pareadas donde se
            van a vivir los que se casan. Esto de la casa pareada entra perfectamente en el esquema
            sevillano de los duales. Al fin y al cabo, el escudo de la ciudad es como una
            urbanización, donde San Isidoro está en su adosado y San Leandro en el suyo...
            --- ¿Y San Fernando, qué
            pinta?
            --- San Fernando está de
            presidente de esa comunidad de vecinos de la urbanización de adosados del escudo...
            --- O es el tío del banco,
            que está esperando que vayan a pagar el plazo de la hipoteca, porque es día 5 del mes...
            Hércules y Julio César
            también están cada uno en su columna adosada, en la Alameda a la que el primero da
            nombre, y también son muy buenos vecinos. Como Justa y Rufina, que si serán buenas
            vecinas, que comparten la Giralda y pagan a escote entre las dos los gastos de comunidad,
            que el gestor que le lleva la administración es uno muy gastoso que se llama Alfonso
            Jiménez...
            Pero íbamos por las velas del
            andén. Aunque creamos que ya todo aquello pasó, todo quedó en el olvido, Sevilla sigue
            repitiendo sus invariantes castizos. Uno de ellos, el horror vacui, el pánico al
            vacío. Aquí no salimos del fagamos una obra tal... y cual. Estaban en la plaza de
            San Francisco las velas del Corpus y se vio que la Plaza Nueva no tenía velas. Fagamos
            una vela tal, que no veas lo fresquito que va a estar esto... Por mí encantado. Ojalá
            pongan velas en toda la Avenida para el Corpus, como se hacía antiguamente, que el Señor
            Sacramentado no veía el sol en todo su recorrido de la Custodia. 
            Mejor poner velas que no
            macetones, ésos que he visto nombrados como escupideras de piedra artificial con aros de
            cobre, de las que están llenando Sevilla. Cuando una mujer es hacendosa, llena la casa de
            macetas. Y como tenemos de alcaldesa a una mujer bastante hacendosa, pues Soledad Becerril
            está llenando de macetones esta casa común que es Sevilla. Ahora, que en algunos sitios
            se te ha ido la mano, hija... ¿Han visto los alrededores del Caballo del Cid? Al
            pobrecito Rodrigo Díaz de Vivar me lo han dejado como si fuera el florista de la calle
            Sagasta, rodeado de macetas. Venga macetones... Lo del horror al vacío que digo. Acera
            donde se pueda circular sin pegarse un trompazo con una cabina de teléfonos, con un
            buzón de correos, con un quiosco de la ONCE, con un registro eléctrico de los
            semáforos, con una papelera y con una pancarta de propaganda electrónica municipal, es
            acera donde colocan siete macetones, hala, que esté todo bien rellenito, que para algo
            Sevilla es una ciudad barroca, que las aceras y las calles se parezcan lo más posible a
            ese prodigio desconocido por muchos que es la Capillita de San José... Si es por poner
            chirimbolos para gastarse un dinero que quizá no tengamos, mejor las velas que los
            macetones. Y por modernidad no queda. Cuando los cuentistas de Hamelín de la Expo
            inventaron el cacareado microclima,
            lo que hicieron en verdad fue llamar a Vallejo el de los toldos para que les pusiera una
            vela de toda la vida. Ahora hemos vuelto de Currito, dale al botoncito a Leopoldo, échame
            el toldo...