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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, lunes 7 de diciembre de 1998


Los telemundis

El Ave, paraíso de las comisiones de los telemundis

El Ave, paraíso de las comisiones de los telemundis

Todo el año es Carnaval y la Historia de España Contemporánea, especialmente de veinte constitucionales años a esta parte, es Carnaval. Mantengo que muchas cosas ocurren para que no falten asuntos que cantar a las chirigotas. El juez Garzón, sin saberlo, ha sido uno de los mejores letristas del Carnaval. Tú coges, por ejemplo, el prendimiento de Pinochet y basta con ponerle un poquito de música de pito de caña para que te den el primer premio de comparsas. Eso de que nadie se atrevía en Londres a decirle al dictador que estaba detenido no me negarán que es Carnaval puro. Es Carnaval puro que las negociaciones para la renovación del Tribunal Constitucional hayan tenido un embarazoso retraso de nueve meses y que al final haya sido niño, un hermoso niño mercantilista, Guillermo Jiménez Sánchez. Y es de Carnaval la confirmación de todas las sospechas de la trama de Filesa, que manejaba la financiación del por aquí te quiero ver con las 92 comisiones del 92, léase Ave, Expo y Olimpiada. Ni el mejor humorista le pone de nombre Telemundi a la empresa de los mindundis de la mangoleta del 92. Eso es dárselo hecho a los chirigoteros, miren qué coplas más bonitas salen: "Por fin ya está el mapamundi, por fin le enseñan tarjeta, al censo de los mindundis que eran los telemundis, ¿de qué?, ¡de trincadeira y de mangoleta!"

Hay nombres que carga el diablo, y pocos como el de Telemundi para una empresa interpuesta. Hace más de diez años me olí la tostá onomástica. Telemundi lo dice todo. Se comprueba ahora que España estuvo en manos de los telemundis. El telemundi es el arquetipo del beneficiario de la Cultura del Pelotazo. ¿Qué es el telemundi? Pues el mindundi con maletín y puesto directivo en una empresa de amiguetes, al que se le adjudican las obras necesarias para que vayamos todos, y yo el primero, por la senda de la modernidad y el progreso. Está usted viendo al telemundi: traje oscurito, corbata cara, zapatos más caros todavía, maletín, teléfono móvil cuando apenas había motorolas, recién divorciado, casado por lo civil con una chica que está muy bien relacionada con el partido. Nos creíamos que nos gobernaban los felipistas pero estábamos equivocados: aquí mandaban los telemundis. Vivo en una ciudad que dicen que fue conquistada por San Fernando, pero es mentira: fue de verdad conquistada por los telemundis, a los que el vecindario se entregó encantado, viendo las maravillas que les hacían para dar trabajo al maletín. Por eso había tanto paro entonces en España, porque toda la voracidad fiscal era para sacar tajada que los telemundis pudieran ir metiendo en los maletines de la mangoleta.

Loor eterno, pues, al juez Perraudin, que les ha puesto caras y nombres a los telemundis. El telemundi ha de quedar ya entre los arquetipos de la cultura española. Cuando los hispanistas futuros hagan historia de este tiempo de España, llegarán a la conclusión de que los que en el siglo XIX eran llamados bandoleros, recibieron a finales del siglo XX el nombre de telemundis.


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