A
estas horas ya estarán las dos trianeras sobre su paso del Corpus, a ambos lados de una Giralda que, hijo, menos mal que no la han
cogido (todavía) ni el Cabildo Catedral ni Alfonso Jiménez, porque, si no, a estas hora
no habría quien la conociera, de la de cosas que le habrían quitado, sin saber cómo, y
la de cosas que le habrían puesto, sin saber por qué. Van en su paso Santa Justa y
Rufina como las talló Pedro Duque Cornejo en 1728, que como el Corpus no tiene capillitas
ni hermanos mayores, afortunadamente no les ha llegado la ola de restauraciones que nos
invade. En la procesión del Corpus sacamos cada año una verdad, que con Sevilla no hay
quien pueda, y dos dudas. Primera duda: ¿quién es San Leandro y quién San Isidoro de
los dos santos de plata de Juan Laureano de Pina? Esta duda quizá sea fácil de resolver.
San Isidoro es el que lleva el libro en las manos. Y San Leandro...
-- El que lleva en las manos
una caja de yemas...
No, hombre ése es el
aficionado astigitano que viene a los toros a tirarles a los toreros yemas El Ecijano (casi
tós parman) cuando dan la vuelta al ruedo en la plaza del Arenal. San Leandro es el
que lleva nada más que el báculo pelado y la mitra, porque las yemas se las acaba de
entregar de regalo al Niño Mudo de la Sacramental del Sagrario, que es muy goloso. Y
segunda duda que nos queda cuando acaba el Corpus y el centro queda como en el cuadro de
Virgilio Mattoni del tío de la manguilla por delante de la Puerta de la Asunción: ¿de
las dos que van al lado de la Giralda, quién es Santa Justa y quién Rufina? La verdad
que no lo sé, a mí la legión de sevillanos que lo sepan. Pero las cuentas que me echo
es que Rufina tiene que ser la más pobrecita de las dos, la que vaya peor vestida, la que
lleve más cara de pena. Decimos Santa Justa y Rufina, y a Rufina la pobre, que
también y trianera y alfarera, la dejamos sin el título.
He buscado datos de las dos,
porque soy mucho de Santa Justa y Rufina, y he encontrado los clásicos, que murieron en
Sevilla alrededor de 287. Que eran compañeras de gremio de Emilio García Ortiz, de la
calle Alfarería, y que son mártires porque no les gustaba la Semana Santa de la época.
Pues cuando por Triana pasaba una procesión de la época, con un ídolo pagano que
Isidoro Moreno sabrá identificar mejor que yo en la nómina del Consejo de Cofradías,
dijeron estas hermanas Abascal a lo divino que de ninguna manera lo veneraban, que ellas
estaban allí con sus cachorras esperando a la Virgen de la Estrella y que de ninguna de
las maneras veneraban lo que sacaba a la calle el Antoñito Ríos de aquel tiempo, porque
me imagino que en la Sevilla romana había ya capillitas, si no, ¿cómo iba a haber
procesiones?
Lo demás de la
historia, es sabido. El gobernador de entonces, Diogeniano, que era como Pepe Torres, pero
sin escopetas de Rambo, las mandó martirizar. No quedaron las trianeras para los
leones, sino que los leones se rajaron, serían de encaste Juan Pedro quizá, y a las
hermanas, como al pulpo, ni tocarle, instante en que las retrató Goya, que pasaba por
allí para hacer el cuadro que está en la Catedral. Una amiga mía, que es mucho de
Rufina, más que Rufino el del garaje, dice que eso del martirio es pura filfa, que una se
murió de vieja, en su cama, y no consta bien que la volvieran a martirizar, y que a la
otra pobre la tiraron a un pozo, origen probablemente de la copla del clavel que me diste.
Sin embargo una, Justa, tiene nada menos que la estación del AVE, y todos los chuflas de
Madrid que vienen a los toros se han aprendido su nombre, mientras la otra, ni una mala
barreduela, ni una plazoleta en el Políngano. Santa Justa tiene históricamente hasta un
Prado que compite con el de San Sebastián en los programas de Nicolás Salas en Onda
Giralda y la otra, la pobre, ná de ná, por eso va con esa carita de pena en el Corpus.
Hay que reivindicar a Santa Rufina. Que le pongan algo. Por lo menos, una atracción en
Isla Mágica con su nombre, Rufina y los leones, mira qué bastinazo, Alfonso
Seoane...