Apuntes para el guión de la Primera Secuencia.- Exterior. Día.
Aeropuerto andaluz. Puede ser el viejo San Pablo de palmeras o puede ser el militar
Armilla granadino (endecasílabo). Taxis de pueblo. Coches oficiales. Tricornios o
uniformes grises o marrón. Mujeres que lloran. Un padre que saca un pañuelo y se traga
las lágrimas. Fotógrafos de prensa. Unas cámaras de televisión. Plano general de cielo
andaluz con avión que llega. Planos cortos de ese avión, ya en la pista. Mujeres
llorosas de luto que se acercan. Primeros planos de delegado del Gobierno en Andalucía,
de gobernador civil de Málaga, de jefe de la Guardia Civil de Granada. Planos cortos de
portalón de la bodega de carga del avión que se abre. Operarios de Iberia o soldados de
Aviación que acercan una rampa mecánica. Ataúd que baja por la rampa, en un
impresionante silencio de lágrimas y de vestidos negros de taxis de los pueblos. Alguien
se acerca y cubre el ataúd con una bandera de España. A la bandera de España siempre se
le ha caído un brillante en forma de lágrima de una madre andaluza, de una novia
andaluza, de una hija andaluza. Ahora son unos policías, unos guardias civiles, los que
se acercan al ataúd y lo cogen a hombros. Trágica cuadrilla de costaleros que llevan
sobre los pies el dolor de un pueblo que en su vida hizo otra cosa que entregarse a los
demás sin pedir nada a cambio. Los hombres de trajes oscuros que venían en los coches
oficiales se acercan ahora a las mujeres de luto, y otros colocan una corona de flores en
el furgón mortuorio donde ya colocan el ataúd. El coche parte hacia el cementerio de un
pueblo de la sierra, de la campiña, de la vega, de la marisma. El coche de la funeraria
siempre parte hacia el callado dolor de Andalucía.
Apuntes para el guión de la
Segunda Secuencia.- Interior de Ayuntamiento de Sevilla. Noche todavía. Está amaneciendo
y el silencio de las calles deja paso a los primeros autobuses. Una alcaldesa, entera,
destrozada por dentro, firme por fuera, está hablando por unos micrófonos de la radio,
que están allí desde la madrugada, cuando las televisiones llegaron a filmar un charco
de sangre que ya han limpiado en la calle Don Remondo. La alcaldesa pide calma y
tranquilidad, y se pregunta y nos pregunta a todos qué había hecho Alberto Jiménez
Becerril, qué había hecho Ascensión su mujer. Planos exteriores de gente que se va
acercando al Ayuntamiento. Primer plano del arzobispo, que llega y dice que el funeral
tiene que ser en la Catedral. Escenas de lluvia que marcan el tono de unas horas en que la
ciudad llora.
Apuntes para el guión de la
Tarcera Secuencia.- Interior. Día. Escritorio en Sevilla. Un ordenador abierto, y una
pantalla donde escribo que aunque hablen de cautela, de serenidad, de calma, no pueden, no
deben, hablar de olvido. En esa pantalla de ordenador, el grilleo de las teclas van ahora
escribiendo que no hay tregua ni alto el fuego que pueda borrar la memoria de ochocientas
muertes, muertes anónimas, muertes con nombres y apellidos. Muertes, ay, en las que
Andalucía, va escribiendo ahora la pantalla de ordenador en primer plano, siempre paga su
cuota de entrega a España, por España y la Humanidad damos siempre nuestra sangre,
nuestra vida, hasta nuestra alegría. La pantalla va ahora acordándose de aquellas madres
andaluzas a las que en el Norte donde ahora dicen que hay alto el fuego le mataron a un
hijo en la flor de le edad, por el enorme delito de ser guardia civil. En la pantalla se
escribe ahora el recuerdo de aquel policía nacional de un pueblo de Huelva, caído en un
frente de la guerra del norte donde, si no había guerra, ¿cómo puede haber ahora alto
el fuego? Hay veces en que es estrictamente cruel la memoria de un olvido cuando en unas
secuencias se hace la película de lo que siempre sufre Andalucía.