
"La Chiquita Piconera", de Romero de Torres |
En principio fue el suceso, y luego
ya vino el periodismo. Noticia químicamente pura. Vino primero puro, como un verso de
Juan Ramón, el suceso, y lo leímos como si nunca antes hubiéramos sabido de otro
linchamiento, de otro crimen. En el suceso no hay tío páseme usted el río de ideología
ni tráfico de influencias, no caben posturas editoriales. Los muertos no son de derechas
ni de izquierdas, no están ni a favor del gobierno ni en contra. No sé cómo en la moda
culta de la novela negra no ha puesto en boga el suceso como género literario. El
periodista García Márquez entrevistó a un náufrago y escribió una obra de arte con su
relato. Aunque no lo reconocen, consumimos sucesos en dosis de grandes superficies. La
película más taquillera de estas temporadas, Titanic, es un suceso contado en
tres horas. Si Garcilaso volviera y yo retornara a ser becario en prácticas, me
encantaría que me mandaran a Sucesos. Toda la verdad de la vida cabe en las páginas de El
Caso. Sentimientos elementales del hombre. Amor, muerte, odio, olvido, venganza.
Pero los sucesos cada día están más
tontorrones, en este periodismo de comunicados que hacemos. Nos enteramos de los heridos
de los sucesos si los visitan las autoridades y lo comunican sus portavoces. Del mendigo
triturado por el camión de basura no hemos vuelto a saber, en cuanto que dejó de ser
visitado por el concejal delegado de Limpieza. De los sucesos de cada noche de la movida
nos enteramos cuando hay un muerto, y hasta que no haya otro no volveremos a saber ni
media palabra de la tragedia que hay en una madre a la que llaman a las tres de la mañana
diciéndole que su niña, la del vespino, está en Traumatología...
Hay días en que la página de sucesos se
pone antigua y parece como impresa en color sepia: "Fallece un matrimonio de Jaén en
un incendio provocado por un brasero tradicional", dice el título. Leo el despacho
de corresponsal y compruebo que muchas Ciencias de la Información y mucha Teoría de la
Noticia, mas desconocimiento pleno de la cultura andaluza tradicional. De tanto
interpretar la cultura postindustrial y los indicadores económicos, ya no sabemos
escribir ni un suceso por el plan antiguo. De momento al brasero le llaman "brasero
tradicional". Protesto en nombre del brasero. Ni tradicional ni moderno. El brasero
es el brasero de toda la vida, la copa de la mesacamilla, la badila, la firma, el cisco
picón y el soplillo. El arte de los siglos. Son los otros artilugios los usurpadores del
santo nombre del brasero: el espurio brasero eléctrico. Porque no hubo incendio alguno en
Jaén como dice el título de la noticia. Lo que hubo fue el peligro de las emanaciones de
los braseros de cisco picón, badila y alambrera, que se me olvidaba hacer el elogio de la
alambrera de la copa, máquina secadora del subdesarrollo. ¿Cuántos kilómetros
cuadrados de camisetas de felpa se han secado en esas alambreras de los braseros, para que
los niños se las pudieran poner limpias para la escuela?
Me emociona el mínimo suceso de Jaén,
suceso antiguo, que los grandes reporteros de las secciones de sucesos hubieran titulado
apenas con un ladillo: "Matrimonio muerto por emanaciones de un brasero". Pero
ya, ay, como no hay braseros, se olvida que el peligro del cisco picón es la trágica
nana del monóxido de carbono, que te puede hacer dormir, al calorcito de la ropa de la
mesacamilla, el letal butacazo de una siesta eterna. Romero de Torres tendría hoy que
explicar qué tiene entre las voluptuosas piernas su Chiquita Piconera, la morena de la
copla que hizo morena de la copa de cisco picón.. |