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Vista aérea del Hospital Virgen del Rocío, de
Sevilla |
Ni Spielberg que viniera hubiera creado en Sevilla un monstruo como el
centro sanitario que más nombres tiene, a saber: Hospital General, Virgen del Rocío,
Ciudad Sanitaria, Residencia, García Morato. Hasta Corea lo llaman algunos viejos del
lugar. Lo hicieron en años de la guerra de Corea y como morían tantos albañiles al
caerse del andamio, Corea se le quedó. Como al de Huelva se le quedó El Agromán. O como
el de Cádiz sigue siendo Residencia o incluso El Zamacola. De todo lo cual se infiere mi
vieja tesis, que nosotros sí que tenemos una lengua sin necesidad de inmersiones ni
ajogaíllas a los que no la hablan. Hasta tal punto tenemos una lengua, que se escribe
Hospital Universitario Virgen del Rocío y se pronuncia La Residencia.
Y ese monstruo no ha sido un coloso en
llamas por un milagro de la Virgen que le da nombre. (Inciso: es tan fuerte el tirón de
la Virgen en Andalucía, que al partido que quiere quitar los crucifijos de las escuelas y
mangonea en el SAS ni siquiera se le ha pasado por la imaginación cambiar ese congreso
mariano que son los títulos de los hospitales: Virgen del Rocío, Esperanza Macarena,
Virgen de Valme...) En la Residencia han ardido cuatro colchones viejos almacenados en
esos sótanos que son la sucursal del camarote de los Hermanos Marx y no ha ocurrido una
tragedia gracias a la Virgen del Rocío. Con razón tienen los hospitales nombres
marianos: sólo un cotidiano milagro de la Virgen evita las desgracias en el hacinamiento
de estos monstruos. El Virgen del Rocío se me aparece ahora como un inmenso ex-voto a la
Blanca Paloma que hubieran puesto los de las verdes batas.
Y quienes padecemos el Hospital. Si alguna
vez se celebrara un congreso de cómo no tiene que planearse un hospital, yo me tiraba de
espontáneo con un vídeo sobre el Virgen del Rocío. O sobre el Macarena. Nunca nadie
construyó tan grandes monstruos sanitarios dentro de las ciudades, sin un solo
aparcamiento en sus alrededores. Los vecinos de la Macarena o de Bami son sufridores de
los hospitales. Buscar un sitio libre para dejar el coche es misión imposible. Los bares
del barrio son de hecho el comedor de los acompañantes de enfermos. Los domingos por la
tarde, estos vecinos sufren la invasión de todos los pueblos de la provincia. Cuando es
domingo y son las dos de la tarde, en todos los pueblos de la provincia hay que dice:
-- Niña, ¿por qué no vamos a Sevilla, al
hospital, para ver a Juanita la del Factor, que la han operado de apéndice y está en la
Residencia?
Y allá que viene la amiga de Juanita la
del Factor, el marido, las dos hijas, el novio de la mayor y una vecina que vive en Las
Letanías y que la llamaron para que les dijera en qué habitación está Juanita la del
Factor y los guiara por esos pasillos. Eso cuando no es un día laborable, hacia las once
de la mañana y las doce, y se llenan los supermercados y los bares del barrio de batas
verdes. Estás en el supermercado con la bolsa de la fruta y en la cola coincides con un
señor o señorita con una bata verde que Dios sabe en qué quirófano o planta de
infecciosos han estado. En los bares, te tomas la tapa junto a esa bata blanca que quizá
acaba de estar junto a un seropositivo... Por no hablar de la eterna segunda fila de
coches mal aparcados en la obstruida calle Bami, donde el Ayuntamiento no manda una grúa
ni en campaña y con la que, si el coloso del SAS hubiera ardido, se hubiera visto la
copla...
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