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Olvera, un pueblo andaluz |
En sus coches parieron las que venían con el pañuelo por la ventanilla,
porque habían roto aguas y la matrona del pueblo había dicho que mejor que las llevaran
corriendo a García Morato porque la horita corta iba a ser larga. En sus coches venía a
rehabilitación el que le volcó el tractor y se quedó debajo, el que se cayó de la
escalera ordeñando olivos, el que se cogió la mano con una cosechadora. Son los taxistas
de los pueblos. Contemplados desde la capital son los taxistas de los pueblos.
Contemplados desde los pueblos son algo más cercano, y perdón por pisar la raya de
picadores, querido Antonio García Barbeito, y meterme en tus terrenos. En los pueblos
donde prestan servicio, los taxis no son los taxis. Me explico. El taxi es algo más
familiar. El taxi es el coche de Ramujo, o el coche de García, o el coche de Candidito, y
le estoy poniendo nombres a la memoria de aquellos Studebaker, de aquellos Opel, de
aquellos Citroen Pato que traían al médico, en el que los aficionados del pueblo venían
a Sevilla para ver al Cordobés, en el que los novios riquitos iban a coger el tren
después del banquete de la boda.
A la Junta de Andalucía le sobran muchas
cosas. Por ejemplo, mindundis mismo con mucho poder y muy poca sustancia. Cuando Garpar
Zarrías tiene el poder que dicen que tiene, es que el mindundi es una especie protegida
por la Junta de Andalucía, que es una reserva de tíos con carné a los que ponen siempre
muy por encima de sus posibilidades, un Doñana donde anidan muchas aves migratorias
procedentes del PCE. Y quien dice Zarrías dice Magdalena Alvarez, que es una Magdalena
que se empapa muy bien en los presupuestos, que es bastante lista, pero que la oyes
hablar, antier mismo sobre el lino, y con esa vocecita no te puedes creer que esa señora
sea tan importante como aseguran.
Y a esa Junta que le sobra todo eso, le
falta paladar. Le falta gusto por las cosas de los pueblos. Acusan a la Junta de
centralismo sevillano. Yo la acusaría de algo peor: de centralismo capitalino y desprecio
por los pueblos. Parece como si en la Junta no hubiera catetos con mando, con la cantidad
de antiguos alcaldes de pueblo que han encontrado allí un apaño para no volver a la
escuela a dar clases en el resto de sus días. Cuando el 28-F nos dijeron que la
autonomía andaluza aproximaría la administración al pueblo, pero desde los pueblos esa
administración parece tan lejana como siempre.
Lo de los taxis de los pueblos demuestra lo
que digo. Los capitalinos de la Junta no saben que el taxi es una institución social en
el pueblo, el coche de Juan, el coche de Escalante, el coche del hijo de Juana la del
Colorao, que estuvo de emigrante en Alemania y con el dinero que traía ahorrado puso el
taxi. Los capitalinos de la Junta, que dan subvenciones para instituciones de los pueblos
como la peña flamenca, la revista de feria o el camino de la ermita de la romería,
desconocen que los taxis son una de esas instituciones, digna de protección y ayuda, con
lo caro que está el gasoil, con el precio que han puesto a los seguros, con la de papeles
que hay que echar para la tarjeta de transporte. Y en vez de proteger al taxi, al coche de
Ramujo y al coche del hijo de la Juana la del Colorao, les quita la parte principal de su
pan, como era su virtual servicio de ambulancia sin batas blancas, para traer a Sevilla al
que viene a la diálisis.
Con retranca pueblerina, pregunto: ¿que
paniaguado pegará el mangazo de las ambulancias concertadas con el SAS, siete veces más
caras que los humanísimos taxis de pueblo?
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