
Alberto Matey: "Hola" de la muerte de Paquirri
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Hay días, y hoy es uno de ellos, en que le ponemos cara a las
estadísticas de los muertos del fin de semana en la carretera. Cara y cuerpo. Y
biografía e ilusiones. Es como la otra cara, la dura y amarga, de los anuncios de la
Dirección General de Tráfico. Oí como solemos, como el que oye llover, la estadística
finisemanal de los muertos en la carretera, hasta que la esquela del entierro me dijo que
uno de esos héroes anónimos, uno de esos soldados desconocidos en la guerra del dios
menor de la velocidad, era Alberto Matey. ¿Se acuerdan de "La niña de luto" de
Manuel Summers? Alberto Matey era el cantor melódico que sale cantando boleros en el
baile del pueblo, el vocalista de la orquesta que ha venido desde la capital, del que
todas las muchachas se prendan y le echan miraditas de deseo, a hurtadillas del pesado del
novio, que además no sabe bailar este bolero tan sentimental que canta ese muchacho...
Hoy escribo un bolero triste por aquel
cantante que en tiempos del primer Raphael, del primer Julio Iglesias, años de mucho
Aznavour y muchas marionetas en la cuerda, pudo haber sido Alberto Matey. El último gran
cantante de sala de fiestas con tanguistas de alterne, donde se languideció la que iba a
ser su brillante carrera, hasta que tomó la máquina de retratar y se hizo fotógrafo del
"Hola". Igual que Zorrilla fue descubierto en el entierro de Larra, descubrimos
a Matey en el entierro de Paquirri. Esa estampa romántica del dolor en el amor o del amor
en el dolor, Isabel Pantoja con unas grandes gafas negras y un gran desmayo de viuda de
España, es una foto de Alberto Matey. De quien luego vimos cientos de reportajes bien
intencionados en la España de las fotos robadas. Matey fue la rara excepción de un
fotógrafo de la prensa del corazón que nunca robó ni una foto ni un sentimiento ajeno.
Soy testigo reciente. Estaba Alberto Matey haciendo un reportaje con un falso novio a una
niñita que quiere ser modelo, y comprobé su resistencia ética a hacer lo que todos
hacían: "Niña, ¿pero tu padre está conforme con que te haga esta foto? ¿Por qué
no te esperas a que yo hable con él?" Ética se llama la figura. Una raya en el agua
del Guadalquivir. Cuarto y mitad de moral profesional, muy bien despachada, en un oficio
donde la dentellada al honor ajeno es la norma.
Así le fue, claro, en un mundo de
perversidades. Mientras otros se enriquecían robando fotos, Matey tenía sólo el honesto
pasar de la honradez. Despreciaba lo que otros buscaban al precio que fuera. Ponía la
amistad y el prestigio profesional por encima de todas las cosas. No, ahora que ha muerto
Alberto Matey puedo decir que no todos los fotógrafos del corazón son iguales. Hay
fotógrafos del corazón con corazón. Alberto Matey fue uno de ellos. Y en este día
triste en que sé que ya no volverá a retratar a su fiel Isabel Pantoja, a su Cayetana
Alba, a su Rivera Ordóñez, a su María del Monte, entono en memoria de su
profesionalidad el bolero de aquel cantante que no pudo ser. La niña de luto tiene hoy
doble luto. Por aquel Alberto Matey del que se enamoró con un bolero. |