Suelo sostener con Fernando Villalón (qué pesado está este
tío con Villalón) que el mundo se divide en dos grandes partes, Sevilla y Cádiz, para
celos de Soledad Becerril con Teófila Martínez. Y se confirma que ese mundo que se
divide en dos es un pañuelo. Cádiz es un pañuelo. Un pañuelo que le dice adiós a la
tierra que como un iceberg del Titanic (sin Oscar) se fue flotando hasta el
Caribe de los huracanes de este tiempo, entre otras cosas para que dentro de unos días,
en la pizarra de tangos de la belleza, Julio Pardo, con su coro, nos explique con un disco
nuevo una ecuación que formulan así: "La Caleta + La Manigua = Antonio
Machín." Me he enterado de esa ecuación juliopardesca porque el mundo, Cádiz, es
un pañuelo.
Y el otro mundo, Sevilla,
también es otro pañuelo. Y las diferencias de intención de voto de los sevillanos caben
en un pañuelo: el PP, 33,7 por ciento y 11 concejales; el PSOE, 32,2 por ciento y 11
concejales. Aunque los parados continúen vendiendo pañuelos de papel en los semáforos
para buscarse la vida en la modernidad y en el progreso, esto sigue cabiendo en un
pañuelo. Me he enterado por la encuesta electoral que ayer publicaba EL MUNDO de este
pañuelo. Que es una diferencia mínima, íntima como el compás de un convento. Como una
saetilla de los pitos del Silencio. Como ese palmo de terreno frente a los capotes donde
se hacen las buenas faenas de muleta en la plaza de los toros del Arenal donde ya estamos
esperando el domingo, que es día de guardar para el currismo militante que ha profesado
los cuatro votos de fe, esperanza, caridad y al que le toque lo de Antequera le tocó. La
diferencia entre Monteseirín y Soledad Becerril es de foto-finish de las carreras
de Pineda. Aproximadamente, la misma diferencia que existe entre los calentitos del Arco
del Postigo y los calentitos del Arco de la Macarena, que cada cual dice que las mejores
ruedas son las de su arco, yo en esto soy del rito postiguense, como bien sabe mi casi
colombroño y correligionario carretero Antonio Bustos.
Lo que más me sorprende del
pañuelo de Sevilla, que tiene que ser un pañuelo de Elena Bernal por lo menos, o un
pañuelo de anticuario de Lola Ortega, es que queden tan empataditos y tan igualaditos
Soledad (a secas) y un señor cuyo nombre de pila casi no sabe la gente. Da lo mismo que
Monteseirín se llame Eugenio Sanchez Monteseirín, Alfredo Fernández Monteseirín o
Anselmo Rodríguez Monteseirín, algo de esto de Pérez o de Eulogio es. Como en los
relojes Rolex o en los bolsos de Christian Dior, aquí lo importante es la marca. Y el
pañuelo es marca PSOE, como si fuera marca Fendi. Una marca que la gente prefiere en
Sevilla, saque los productos que saque al mercado, saque a un Manolito, o saque a un
Alfredo, ¿será por sacar? Y ojo, también quite los productos que quite del mercado y
descatalogue, retire de los mostradores a Borbolla o retire a Montaner.
Soledad Becerril ha sido la
alcaldesa del temple cuando asesinaron a Jiménez Becerril. La alcaldesa de la tenacidad,
de la Sevilla que ha rematado todo lo que quedó patas arriba en el 92. La alcaldesa del
partido que manda en Madrid, con el prestigio que aquí tiene todo lo que viene de Madrid,
sea el Ave o sea un tío con el maletín a llevarse el manso en Canal Sur. Pues nada. Nada
de eso vale. Los votantes de la marca siguen prefiriendo la marca, se presente con el
producto que se presente. No importa que esa marca haya sacado al mercado productos como
los GAL, como Filesa, como lo más reciente de la mangoleta por la cara recién
descubierta en el susodicho Ave. Aquí la gente sigue encantada por el PSOE, yo creo que
es por el factor conservador y arcaizante, defensor de todo lo antiguo, que siempre está
presente en la mentalidad sevillana. Aquí se vota al PSOE como antes se apoyaba a Franco,
porque representan el antiguo régimen, lo de toda la vida. De todo lo cual el PP, en
Madrid, ni se entera y mantiene allí a Arenas cazando gamusinos los fines de semana.
Razones todas por las cuales
yo cojo ese pañuelo y me pongo a llorar al pie de la copia del Giraldillo.