| 
                  
                    |  El sordomudo Victor Neva, en su comparsa
 |  Entusiasmado como todo el mundo por
                la exposición de Zurbarán, me decía Tomás Terry la otra mañana: -- En estos casos es cuando los cojos
                estamos encantados, porque gracias a las muletas me libré de las colas tan espantosas que
                había... Tomás Terry dice que es cojo y no se
                avergüenza. Incluso te pregunta con guasa de su Puerto de su alma: -- Yo soy cojo, pero eso... ¿cómo se dice
                ahora? --- Disminuido físico, Tomás, tú eres
                disminuido físico y yo, que tartajeo, tengo que ser por lo menos "disminuido
                locucional", que hasta voy a pedir el carné para colarme en las exposiciones de
                Zurbarán y tener buena plaza de aparcamiento cuando voy al Pryca... La cuestión es no llamar a las cosas por
                su nombre. Ya Cela lo decía: después de la guerra, los del bando nacional eran
                "caballeros mutilados por la Patria" y los republicanos, "jodidos cojos
                rojos". Paco Mira, que preside el Real Patronato de Minusvalías, donde está
                haciendo una magnífica labor, despachaba el otro día en Madrid con una autoridad para
                que le diera dinero para sus justas causas: -- Necesitamos fondos --le dijo-- para los
                programas de asistencia a los cojos y para la formación profesional de los tontos... La dignísima autoridad se indignó
                muchísimo, y le cortó, muy seco: --- Querrá usted decir que quiere fondos
                para los s disminuidos físicos y para los disminuidos psíquicos o sensoriales... --- No, --insistió Mira--: yo tengo ya una
                edad en la que me tengo que dejar de tonterías... Para mí los cojos son los cojos, los
                tontos son los tontos y los ciegos son los ciegos... Tomás Terry reivindica estos nombres. Me
                decía que hasta en cojos presta siempre Andalucía sus señas de identidad a España,
                como prestamos los caballos andaluces de ese Sicab que organiza con tanto éxito para que
                haya pura raza española: --- Los cojos más famosos son siempre
                nuestros: el Cojo de Huelva, Enrique el Cojo, el Cojo Peroche. Fuera de Andalucía no hay
                ni cojos con arte... Ni ciegos con arte. Me he alegrado
                muchísimo de la Medalla de las Bellas Artes concedida a La Niña de la Puebla, a Dolores
                Giménez Alcántara, que tras sus gafas negras nos vendió siempre la segura suerte
                andaluza de la belleza de los campanilleros por la madrugá. La alta cuota de andaluces en
                esas medallas nos dice cada año que las Bellas Artes son la primera industria de
                Andalucía, donde hasta dan ese prodigio de que un cojo sea maestro de baile y una ciega
                nos diga cantando que miremos los pajarillos que están en las ramas y que con sus penas
                se echan a volar. Lo último en esta andalucísima superación de las minusvalías por el
                arte llega del Carnaval de Cádiz. Una comparsa del Puerto de Santa María, "Tres de
                mayo", va a ir al Falla representando una escena goyesca, el día después de los
                fusilamientos del 2 de mayo. Tenían que buscar a un comparsista que hiciera de Goya. Y
                como se documentaron y vieron que Goya era sordo, ¿qué mejor que un sordo de verdad para
                hacer de Goya en la comparsa? Dicho y hecho. Encontraron a Víctor Neva Pérez,
                vicepresidente de los Sordomudos del Puerto y gran aficionado al Carnaval, que saldrá
                cantando... ¡por señas!, con el lenguaje de los sordomudos. Eso sí que es elevar la
                sordera de Goya a una goyesca categoría de arte.  (Foto "Diario de Cádiz") |