
Las cenizas de Ordóñez, en la plaza de Ronda
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El aire de la sierra de castaño y pinsapo le pega una estocada el Tajo
entre neblinas, y hiende nuevamente el tiempo de las gradas en la plaza de piedra de Ronda
la torera. Por algún azulejo del portal de una casa sigue Pedro Romero enseñando su
escuela: la escuela de la muerte, que dicen que es de Ronda la verdad que Sevilla hace
media verónica. Las palomas que vuelan tan alto esta mañana desde el Tajo a la piedra de
la plaza de toros pregonan por el aire la muerte del Maestro y el agua de la fuente que
era su toreo nuevamente se para: le moja los tobillos. En la ancha memoria del ruedo de la
fiesta vuelve a estar el maestro abriendo su capote, las plantas asentadas, extendidos los
brazos, que solamente manda el que, sabiendo, puede. Por Gibraltar la radio que oyen los
ingleses, contrabando de sierra de caminos de mulas, dice ahora que un hombre que mató
dos mil toros ha pedido el sobrero y se lo han denegado y en Sevilla le dicen, a la orilla
del un río, la oración que Turina escribió a los toreros. "Ha muerto Antonio
Ordóñez" lleva escrita la piedra de la plaza de Ronda, el patio de su casa. Al
Niño de la Palma le nació aquel torero que en Sevilla se ha muerto, y mira que era
Ronda... De Ronda hasta Sevilla ya vuela la noticia, que la trae el Mercurio de una villa
romana en el claro silencio con que el campo te habla.
Y dicen las noticias de los dioses que
eran, como Antonio, perfectos y alados de tobillos, que quizá no haya otro en todo el
siglo veinte que tuviera tal arte y tanto poderío, cosido de cornadas, nimbado de
leyendas:Hemingway recorriendo las plazas a su vera, Picasso dibujando atanasios de
sueños, Orson Welles ciudadano de barrera de sombra, Luis Miguel con el ábaco de los
números uno, Paquirri en Pozoblanco llamando a Ramón Vila, y coronas de Goya para un
nieto torero.
Con un rito romano de necrópolis
vieja, como la vieja Ronda sobre el aire del monte, ya sólo son cenizas las manos
poderosas que pararon mil toros de Creta o de Medina a los que diera muerte con la espada
segura del rincón cuyo mapa levantó Cañabate. Ceniza la verónica más cabal de este
siglo, son tan anchos sus vuelos que todo lo dominan. Ceniza ya las piernas que en el
compás abrían la soledad de un hombre ante el toro y el tiempo, y terrenos inmensos para
el arte de siempre. Que si Juan por Triana va parando y templando, y José por Sevilla es
Hércules de técnica, y en Córdoba un califa que llaman Manolete hace mármol romano de
un perfil de estatuario, en Ronda don Antonio a todos los resume, que es tierra donde el
aire escribe tauromaquias. Dijo aquel ganadero de garrocha y poemas, maestro en el acoso y
derribo de un verso, que la plaza de Ronda, de piedra y de mantillas, es el ruedo solemne
de los toreros machos. Más de hombres toreros lo será desde ahora. En el ruedo de Ronda
ya esparcen las cenizas de un señor del toreo que Antonio se llamaba. Y el aire de la
sierra, de castaño y pinsapo, que esparce su memoria sobre un ruedo sin tiempo, escribe
en el albero que nunca será polvo el arte del toreo según Antonio Ordóñez. |