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Curro Romero, con las orejas de
"Parlanchín" (foto Pablo Juliá) |
Tras haber visto a Curro lo que le vimos en la plaza de toros de mi
barrio, ¿yo cómo voy a escribir de si Chaves convoca las elecciones o deja de
convocarlas? Que le den por saco a Chaves... Dicen que Curro es un Mito de Sevilla. Sí,
lo es. ¿Pasa algo? ¿Es que los sevillanos no tenemos derecho a Mito? Los españoles
tienen derechos reconocidos en la Constitución, pero nosotros somos más afortunados, lo
siento. Cada tarde de Curro, en la plaza de toros de mi barrio, los vencejos escriben con
los vuelos del capote de sus alas una media verónica final a la Constitución: "Los
sevillanos tienen derecho a soñar". Por ahí arriba la gente va a las plazas a
pasarlo mal, a cabrearse, a protestar con pañuelos verdes. Peor para ellos. . Nosotros
vamos a deleitarnos con la belleza. Esto, según leo en algunas gacetas, es un delito.
Nada, hijos, podéis insultarnos. Pero nosotros, con nuestro Mito, no le hacemos mal a
nadie. Y le hacemos mucho bien. ¿Pero usted sabe, señor cronista, lo que es que en un
momento dado haya 14.000 caras felices en este mundo de guerras y de bombardeos, de letras
que hay que pagar y de hijos en el paro? ¿Qué mejor tregua que la belleza?
Los sevillanos tenemos que ir por el mundo
como pidiendo perdón por nuestra capacidad de delectación en la hermosura. Vienen en el
AVE, y si Curro no tiene su tarde, no sólo insultan al Faraón, sino que nos pegan la
bronca a sus paisanos: "¿Pero cómo podéis aguantar que os robe la cartera este
tío?" No saben que cada cual es dueño de su cartera y puede dejar que se la robe
quien tenga por conveniente. A cambio, claro, del derecho a la felicidad de la belleza.
Hijos míos que venís en el AVE a insultarnos a los sevillanos a propósito de Curro:
¿por qué el sábado no nos decíais nada de las carteras mientras os comíais los
donuts?
En esta hora en que cada pueblo de España
pide su autodeterminación, los sevillanos no pedimos la autodeterminación, sino que
hemos tomado una determinación: proclamar un Mito. ¿Por qué no vamos a tener este
derecho? ¿Que estamos locos? ¿Y qué? ¿Y no hay que estar loco para matar a la gente
por una bandera? En este mundo en que todo es oportunismo, márquetin, propaganda,
encuesta, conveniencia, enloquecemos con la verdad de un señor que desafiando al tiempo
llega, echa las manos abajo, y, pum, mueve un capote en la cara de un toro con lentitud de
estrella o de planeta. ¿Es grave, doctor? ¿Qué va a ser grave? Es una maravilla, que
haya todavía ideales de todo lo que está absolutamente pasado de moda, como los
universales: el bien, la verdad, la belleza. ¿Es que nada más que va a salir en el
telediario lo malo, lo falso, lo feo? Y, además, despreciando la competitividad de la
sociedad en que vivimos, nuestro héroe es un antihéroe al uso. Cualquiera al que le dan
dos orejas, anda que no nos restriega nada las dos orejas por las fotos y por las
televisiones... Al mito de Sevilla le dieron las dos orejas, y con la majestad y gloria de
un dios antiguo, las entregó a Alcalareño, se limpió de sangre las manos en un capote y
tomó una ramita de romero. El poeta Fernando Villalón quería criar toros con los ojos
verdes. El Mito de Sevilla ha llegado a mayor poesía. Torea toros con las orejas de
romero.
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