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Los toros, que son cultura, dependen de Interior y
no de Cultura |
Empieza el largo ciclo de las corridas de feria de Sevilla, las del abono,
que no sé por qué las llaman así, si su aburrimiento suele ser el peor fertilizante de
la afición. Por el callejón de la plaza de los toros, con su gorrilla blanca, estaba
Cano, el fotógrafo que ilustró con su Leika medio Cossío, fotografía de Manolete en
brazos de las asistencias en Linares incluida. Los que van a los toros como quien va a la
ópera, a figurar, no saben ya quién es Cano. Ahora todo el mundo está pendiente del
pañuelo del presidente. La gente hasta se sabe el nombre de los presidentes. Entras a la
plaza y te preguntan: "¿Quién preside hoy?" Hay un síndrome de Urízar
Aspitarte en los presidentes de toros, en los delegados gubernativos. Ojalá en todo el
ruedo ibérico la autoridad del Estado gozara de tan buena salud como en los toros. Esta
presencia asfixiante de la autoridad es hasta cierto punto divertida. Te preguntan quién
preside la corrida y luego: "¿Cuántos toros han rechazado en el
reconocimiento?"
Los presidentes y delegados gubernativos de
toda España tienen como una liza de protagonismo con los de Madrid, que impusieron la
moda en San Isidro, Vía Canal Satélite de Polanco. Cada corrida es un bingo: hoy han
rechazado 8 toros, mañana 10... Si quieren montar un negocio productivo, háganse
transportistas de toros. El Domingo de Resurrección trajeron a Sevilla hasta 18 toros
para remendar una corrida. En la primera de abono, 12, no está mal. Cuantos más camiones
vayan y vengan, mayor protagonismo tienen los presidentes. Más se aprende la gente su
nombre. Están consiguiendo ser casi tan famosos como los árbitros, vamos, que pronto los
llevará José María García de comentaristas. En Sevilla hay un presidente que se llama
Teja, y los aficionados, con guasa antigua, dicen, cuando empieza con el baile de
corrales: "Ese tío es para darle con el apellido en toda la cabeza...."
Dicen que es la fiesta nacional. No. Es en
verdad la fiesta presidencialista. Presidente de corrida o delegado gubernativo hay con
afán de notoriedad tal, que se creen presidentes del Gobierno. Con televisión de por
medio, aspiran cada tarde a tener sus dos horas de fama. Ni Franco en El Pardo se sentía
con tanta autoridad como muchos de estos policías elevados hasta el límite de sus
incapacidades. En esta España de los jueces-estrella, son presidentes-estrella,
delegados-estrella, veterinarios-estrella: "¿De quién es la corrida de hoy? ¿De
Jandilla? Pues se va enterar Borja Domecq..." Salen en los periódicos, hablan de
ellos. Lo consiguen. Sobre un absurdo tal como si los árbitros de los partidos de fútbol
tuvieran que ser guardias civiles nombrados por la autoridad... y decidieran las
alineaciones de los equipos. Nunca hubo tanto intervencionismo estatal en los toros como
con un Gobierno liberal. Se mantienen incomprensiblemente los toros en las competencias
del Ministerio del Interior, o de las consejerías de Gobernación de las autonomías,
cuando en las plazas nunca hay muertos ni tienen que actuar los antidisturbios. En cambio,
los campos de fútbol, donde los hinchas mueren a navajazos, dependen del Ministerio de
Cultura. Cuando en los toros nadie llama cabrón al árbitro. Y mira que muchos
presidentes...
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