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Barrionuevo, uno de los de la cosecha municipal
del 79 |
Les diré cuánto tiempo llevan en el cargo algunos alcaldes de la
democracia: medio franquismo. Si damos en conceder que un franquismo en la historia de
España dura cuarenta años, es medio franquista el hecho de que algunos alcaldes lleven
veinte años arrimados al perol, con la sartén con el mango, apoltronados, que diría
José María García. Esto lo debe de dar España. Si la democracia es la alternancia en
el poder, la persistencia en la vara de mando de tantos y tantos alcaldes de la cosecha de
1979 es la prueba del nueve, con el siete delante, de que aquí, más que la democracia,
lo que nos gusta es la perpetuación en el mando de los mismos con las mismas. Que un
señor esté veinte años de alcalde no es el resultado de la democracia; es una pesadez.
Llegan a identificarse con el pueblo o la ciudad donde mandan. Verbigracia: con ninguna
dictadura de las escopetas y de los sables, ni con la del general Primo de Rivera, que era
de la tierra y aún cabalga allí en el caballo de bronce de La Paquera, ni con la de
Franco, hubo en Jerez de la Frontera ningún alcalde que durara tanto tiempo en el cargo
como Pedro Pacheco con la dictadura de las urnas. Para que se hagan una idea de lo de
Jerez con este señor pesado, pesado, pesado, es como si en Madrid todavía estuviera de
alcalde Tierno Galván, qué antigüedad, o en Barcelona siguiera Narcís Serra.
La cosecha del 79 fue la oportunidad del
siglo de los maestros de escuela, de los delineantes. Todo aquel que en 1979 estaba
apuntado al PSOE o al PCE y era maestro de escuela o delineante tenía unas grandes
oportunidades de dejar para siempre la pizarra y el tiralíneas. Y quien dice la pizarra o
el tiralíneas dice los alicates de electricista. Nos quejábamos durante el franquismo
que los tractoristas que salían de enlaces sindicales aprovechaban el verticalismo para
dejar para siempre el horizonte laboral del tractor. Muchos de éstos los han mejorado.
Elegimos unos ayuntamientos de delineantes, de maestros de escuela, que, degenerando,
degenerando, como el banderillero de Belmonte, se perpetuaron a sí mismos, erigiéndose
en clase política. No debe olvidarse que de aquella tropa salieron los Barrionuevo, los
Corcuera, los Roldán. En la cosecha del 79 los hay todavía que siguen soñadores,
utópicos, queriendo luchar por el pueblo. Pero los que más han sonado, ay, han sido una
partida muy importante de trincones y mangones, que tuvo en los ayuntamientos su FP de
comisiones y maletines y luego llegó a hacer un master en el gobierno.
Se ponen muchísimos controles para que los
presidentes de gobierno no sean reelegidos más de la cuenta. Antes de que lo echaran,
González se hartó de decir que se quería ir. Cuando no se sabe si va a tener el
segundo, Aznar jura por todos sus niños que no quiere un tercer mandato. Mientras tanto,
España está llena de estos mandarines de la cosecha del 79 que, además, le parece a la
gente lo más democrático del mundo. Politiquillos con una biografía que cabe en un
librito de papel de fumar han hecho de la política su carrera y su oficio y, por las
trazas, ahí los tendremos hasta la edad de jubilación. No como maestros nacionales o
delineantes, sino como alcaldes. Menuda paga les va a quedar... Consideren que ya cobran
cuatro quinquenios.
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