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"Zoy bético, currista y macareno... cazi
ná" |
--Decid, niño: ¿qué cosa es
soberbia?
--Apetito desordenado de ser a otros
preferido.
--¿Son pecados capitales todas las
soberbias?
--No, padre, en cuanto el más pequeño
pueblo de la Andalucía, aun sin ser capital, la tiene.
- --¿Es Sevilla soberbia?
- -- Sí, padre.
- -- ¿Por qué?
- -- Por el centralismo sevillano y otros
miramientos del ombligo.
- -- ¿Es soberbia Cádiz?
- -- Sí, padre, puesto que allí hay que
mamar.
- -- ¿Hay en Córdoba soberbia?
- -- Sobre todo en Manoletes y materias
califales.
- -- ¿Granada lo es?
- -- Si, en cuanto hasta los reyes moros al
tener que abandonarla lloran.
- -- La soberbia de Huelva, ¿qué es?
- -- Tres cositas que no las tiene Madrid: La
Rábida, Punta Umbría y ver los barcos venir al amanecer del día.
- -- ¿Y la de Jaén?
- -- Mirarse en el espejo del Santo Rostro de
Cristo.
- -- ¿Málaga es soberbia?
- -- Más cuanto en lo suyo a Sevilla sin que
se lo reconozcan aventaja.
- -- ¿Y lo es acaso Almería?
- -- Si en cuanto alcazabas y cultivos de
primores.
- -- ¿Y son los andaluces soberbios?
- -- Una jartá, padre, una jartá...
Y así, como en el diálogo del Catecismo
del Padre Ripalda, podríamos seguir preguntando y respondiendo sobre este capital pecado
colectivo de los andaluces. Al igual que los mandamientos de ley de Dios se encierran en
dos, el pecado andaluz de la soberbia en uno se resume: "Zoy andalú, cazi ná..."
Hablando de Dios, el andaluz es tan soberbio de su nación y tierra que en una de sus
ciudades empadrona nada menos que a la Madre del Creador, cuando la llama "La Tierra
de María Santísima". Hasta podría llegar a pensarse que Dios es andaluz. Soberbia
comparable a la de aquel vasco que hablando de las perfecciones de Dios dijo:
-- Mira, Pachi, si Dios es perfecto de
humilde, que habiendo podido nacer en Neguri, nació en Belén...
Aquí mejoramos al vasco de Neguri. No
admitimos la posibilidad de que la Virgen haya podido nacer en otro lugar que no sea
Sevilla, razón por la cual Jesucristo, su Hijo, es medio paisano nuestro. Andalucía es
toda, en su conjunto, la tierra del cazi ná. El escudo que diseñó Blas Infante
es como un azulejo de riadas de los que existen en las casas de las zonas inundables de
las ciudades ribereñas del Guadalquivir. El lema del escudo andaluz es como un
"hasta aquí llegó el agua" de la soberbia: "Andalucía por sí, para
España y la Humanidad". De casualidad no añadió el Padre de la Patria Andaluza:
"Y para el Universo y para todas las galaxias".
Si Andalucía como tierra y como pueblo es
tan perfecta que cazi ná puede igualársele, transmite esta altanería a todas y
cada una de sus partes, de sus ciudades, de sus pueblos, de sus comarcas, de sus fiestas,
de sus devociones, de sus aficiones. Los adhesivos de los automóviles son una letanía de
la soberbia andaluza y un catálogo de la excluyente proclamación de la excelencia de lo
propio : "Andaluz, rociero y de Huelva, cazi ná". "Soy bético, currista y
macareno, cazi ná." Claro que a estos últimos se les puede apear de la soberbia en
un instante, en un barroco abrir y cerrar de ojos, como a mí me bajaron de la soberbia de
mis predilecciones cuando me dijo un compañero de abono en la plaza de los toros:
--- Tengo entendido que usted es bético y
currista... ¿Y usted cuando disfruta?
Pues, por ejemplo, cuando se proclama la
excelencia verderona. El "Mucho Betis es" representa una codificación de la
soberbia andaluza, que supera muy ampliamente al catalán "el Barsa es más que un
club". El Barcelona tiene que ser más que algo, más que un club, más que el Real
Madrid. Al verdiblanco Betis le basta la propia esencia de su soberbia, sin segundo
término de comparación alguno: "Mucho Betis es". Podrían haber añadido:
"Y punto". Que es la misma soberbia sevillana de Manuel Machado: "Y
Sevilla". Quizá por efecto de la soberbia cordobesa de Rafael El Guerra, cuando
dijo: "Después de mí, "naide", y después de "nadie",
Fuentes." "Mi Huelva tiene una ría"... y que le vayan dando a las Rías
Altas y a las Rías Bajas. No hay levante como el Tarifa, ni langostinos como los de
Sanlúcar, ni mantecados como los de Estepa, ni aguardiente como el de Rute, ni puesta de
sol como la del mirador de San Nicolás, ni jamón como el Jabugo, que hasta inventa una
soberbia de cinco jotas. Igualmente, en Andalucía, todo marco es incomparable. La
Alhambra es un marco incomparable, la Mezquita es un marco incomparable, el Alcázar de
Sevilla es un marco incomparables. Los marcos que rodean el cuadro de la soberbia.
Chauvinismo, también dicho ombliguismo, se
llama el efecto más inmediato de la soberbia andaluza. "Ad utrumque paratus",
pone en latín el león de la puerta del Alcázar sevillano. Y el bético lo traduce:
"Manque pierda". La soberbia puede a la adversidad. El referéndum del 28-F fue
un colectivo ejercicio de soberbia, ¿quién, los catalanes y los vascos van a ser más
que nosotros? Bastó que Lauren Postigo nos dijera "andaluz, éste no es tu
referéndum" para que lo fuera... por cojones. La soberbia se transforma en ira
cuando al andaluz le tocan la entrepierna del agravio comparativo. Porque los andaluces
siempre queremos volver a ser lo que fuimos. Y nos pavoneamos de ello. Nos enorgullecemos
de dar emperadores a Roma, premios Nobel de Literatura a la cultura universal. Los mejores
pintores, andaluces, Velázquez y Picasso, cualquier cosa, unos pintores de brocha
gorda... Los más grandes poetas, andaluces, Bécquer y García Lorca, y Góngora, unos
que escribían versitos de almanaque... Si no lo llegan a meter en una cárcel andaluza,
Cervantes no escribe El Quijote, y así sucesivamente. Una soberbia de libro, de manual de
pecados capitales : "Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las
propias prendas con menosprecio de los demás." En Sevilla hay que morir, en Cádiz
hay que mamar, todo es posible en Granada, donde no hay desgracia como ser ciego.
La soberbia granadina, por presumir, hasta ronea de mala follá y de tierra
del chavico. Tenemos incluso la soberbia de los defectos, en la tumba del señorito
Miguel de Mañara: "Aquí yace el más pecador de todos los hombres". Hacemos
soberbia hasta de la humildad. Como aquel otro señorito terrateniente que presumía ante
sus amigos del casino provinciano de que sus cortijos eran los mejores; sus cosechas, las
más productivas; sus ovejas, las que más lana daban; sus toros, los más bravos. Hasta
que vino un verano de incendios en los campos y los amigos guasones le pusieron un
telegrama a los baños: "Grandes incendios en toda la comarca. No te preocupes. Los
de tus fincas, los mejores".
Miguel Hernández llama altivos
hasta a los humildes jornaleros de la aceituna de Jaén cuando les pide la escritura de
propiedad de las tierras donde, naturalmente, no sólo hay los mejores olivos, sino que
producen el mejor aceite. En arrogancia no hay quien nos gane. "Quien no ha visto
toros en El Puerto no sabe lo que es una corrida de toros", dijo Joselito el Gallo.
El andaluz siempre cree que se queda corto en su engreimiento, "orgullo y pobreza
todo en una pieza", porque se sabe habitante del paraíso. Sólo puede ser andaluz un
poeta que gana el premio Nobel con un libro en el califica a su tierra malagueña de
"Sombra del paraíso". Para otro Nobel andaluz, de Huelva, cuando recuerda a su
pueblo, "cada casa era palacio y catedral cada templo". Por descontado que un
palacio soberbio y una catedral soberbia. Aquí todo es soberbio, aunque no se dice más
que cuando un toreo cuaja un toro: "Le dio dos naturales soberbios, y el de pecho,
más soberbio todavía." Convencidos como estamos de la superioridad de todo lo
nuestro, en el pecado de nuestra soberbia llevamos también la penitencia de nuestra
intolerancia. Intolerancia que nunca se reconoce, pues presumimos soberbiamente de todo lo
contrario: de tolerancia. Como somos tan intolerantes, presumimos soberbiamente de
tolerancia. Que (en las raras veces que se da) suele ser el nombre que le ponemos a la
pereza y cobardía a la hora de defender las propias ideas. Si somos tolerantes es porque
ésta es la tierra del "hombre, no se ponga usted así". En la Andalucía que
echa a los moros, a los que se fueron y a los que no se quisieron ir, que fundó
cofradías-gueto para Los Gitanos y para Los Negritos, presumimos de plazas de las tres
culturas, de que el epitafio de San Fernando está escrito en todas las lenguas de su
tiempo, con traducción simultánea. Presumimos de que la Giralda es mora y cristiana y de
que los arcos de la Mezquita cordobesa están levantados con fustes de columnas romanas.
Estamos siempre entre la Constitución de Cádiz y el "vivan las caenas", pero,
eso sí, las nuestras siempre son las mejores libertades y el mejor absolutismo, el
nuestro.
Y es que aquí cazi tó es
consecuencia del cazi ná.
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