Guárdenme el secreto, que habré de decirles que el viernes día
23 del hoy estrenado mes de octubre de 1998 se celebra en Sevilla el Día Universal de la
Mantilla Española, con motivo de La Boda, que en mentando el 23 de octubre, todo el mundo
estará conmigo en aceptar que no hay que decir de qué Boda se trata. La Boda y punto.
Igual que están los Amigos de la Capa, de los que me habla mi coronel y tío espiritual
don Enrique de la Vega Viguera, y están los Amigos del Sombrero de Alancha que preside
Lele Alvarez Colunga, están las Amigas de la Mantilla Española, asociación nonata cuya
presidencia de honor, efectiva y ejecutiva se ha ganado por méritos propios la Duquesa de
Alba. Igual que le han puesto una glorieta frente a la Expo que tanto amó y recorrió
palmo a palmo en alpargatas de Castañer, los gremios de Sevilla le tendrían que dar un
homenaje a Cayetana, por ese río de oro que se le ha entrado por las puertas con La Boda
a modistas, zapateros, sastres, bolsistas, peluqueros, hoteleros, restauradores,
tintoreros, entoladores, anticuarios, titulares de listas de regalos y fabricantes de
peinas y volantes de la calle Don Pedro Niño. Cayetana oyó en la Semana de la Copla que
de las de peina y volantes qué pocas vamos quedando, y dijo que mientras el cuerpo
aguante, a La Boda las señoras tienen que ir de mantilla. Lo pone el protocolo y hay que
ir así. Cuando el protocolo dice una cosa, hay que cumplirla, como me explicó una vez
Alfonso Guajardo-Fajardo, aquel inolvidable, auténtico y discreto teniente de hermano
mayor de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla:
-- Mira, si yo te invito a
cenar en mi casa y pongo en la tarjeta que hay que venir en pijama, puedes hacer dos
cosas: o venir a la cena o llamar excusándote de que no puedes venir. Pero si vienes,
tienes que venir en pijama, porque es lo que pone el protocolo.
Las señoras irán a La Boda
en pijama, digo, con mantilla, y es la gloria de muchas y la desesperación de otras:
-- ¿Tú vas a ir con
mantilla?
-- ¿Cómo voy a ir, si no?
-- ¿Y vas a ir de mantilla al
campo luego, a La Pisana? ¿O te la vas a quitar después de la iglesia?
Grave problema. El que ponga
una caracola en la calle Rodrigo de Triana para que las señoras se quiten la mantilla, se
forra. Problema no comparable siquiera a la importancia de la noticia mejor guardada, de
la que se hacen lenguas los corrillos de señoras de Sevilla, que es de qué color se va a
teñir la madrina su mantilla, si azulina Estrella, si verde Esperanza de Triana o si
rabanito de La O, porque en trianera y cofradiera color tiene que ser, porque es sabido
que la madrina no puede ir como todo el mundo, para eso es la madrina, la madre del Niño,
la suegra de la Niña y la consuegra de la presidenta de la Asociación de Amigas de la
Mantilla Española.
Y luego, el otro problema de
si mantilla blanca o mantilla negra, lo importante es que caze fotos a la puerta de la
iglesia de Señá Santana. Y después, pero no al final, quién le pone la mantilla a las
que no saben ponerse la mantilla, Cayetana: tenías que organizar cursillos en tu
asociación, clases impartidas por las profesoras Hermanas Reina, las doctoras en carey y
encaje doña Teresa y doña Dolores Reina...
Pero en estas estábamos
cuando la Reina de España, ay, dolor, va a ver al Papa e incumpliendo con la tradición
española, no se pone la mantilla. Ni blanca, ni negra ni de ningún color. Ni privilegios
ni nada. Yendo vestida de Ana Botella, con traje de chaqueta blanco, a ver al Papa, la
Reina ha dejado a las señoras de Sevilla en mantillas con la mantilla. Como cuando
Jesulín fue allí, en dos palabras, fue im-presentable cómo la Reina rompió la
tradición. Claro que como soy monárquico, justifico a Doña Sofía. ¿Saben por qué no
se puso mantilla? Pues porque el Papa le iba a decir:
--- Señora, ¿tan
pronto se ha arreglado Vuestra Majestad para ir a La Boda de Cayetana?