ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 2 de mayo de 2015                 
                                
 

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El sevillita

No, no es una errata en todo el bebe del título, ni le falta una ese; cosa que por otra parte ocurre en las mejores familias. El que tiene usted ante sus clisos no es un artículo sobre el sevillista, sobre los partidarios y simpatizantes del Sevilla F.C.; lo cual, además, podría tener su guasa al escribirlo servidor con tinta verde, de modo que la íbamos a liar. Quiero proclamar a los cuatro vientos de las cuatro caras de la Torre Mayor de la iglesia de Santa María de la Sede (vulgo Parque Temático Turístico de la Catedral) que vengo leyendo últimamente un neologismo maravilloso para definir a los que Paco Robles et alii han puesto de moda, proclamándose ellos mismos como "rancios" de toda rancidez. No son rancios: son sevillitas. Son como los gaditas con respecto a Cádiz, pero con "en Sevilla hay que morir" en vez de "en Cádiz hay que mamar".

Era lógico y natural que las dos ciudades hermanas en cuanto legendarias hijas de Hércules Fundador designaran a los defensores de sus esencias con un adjetivo, si no fraternal, si al menos primo, como les llaman en Aritmética a los números acarajotados a los que les apuntan todas las convidás en los manchados mostradores: primos. (Los números primos son los que les pagan la convidá a los números caras. Aunque no sé, porque como don Antonio Hernández Lanau me cateaba siempre en Matemáticas en Portaceli y elegí Bachillerato de Letras para librarme de las ecuaciones a partir de Quinto...)

El gadita es, por decirlo en términos roblescos, el rancio de Cádiz. El que defiende a muerte a Cádiz y a todo lo gaditano. O sea, tó Cádiz, la Catedral, La Viña y El Mentidero. De verdad que no exagero si repito que el gadita está mejor visto en Cádiz que el sevillita en Sevilla. Allí nadie osa llamar "rancio" a un gadita. Todo lo contrario, se siente correligionario de sus convicciones en la defensa, a saber: del Carnaval, del Cádiz C.F., de la Semana Santa, del paso de horquilla, de los nardos de la Virgen del Rosario, de Mágico González, de Paco Alba, de Pericón, de Antonio Martín, de La Caleta, de la Viña, de Puntales, del Cerro del Moro y de lo que haga falta. El gadita es defensor del Estadio Carranza, del Trofeo Carranza y del Puente Carranza, ¿será por Carranzas? Hasta del Pirulí y del Segundo Puente, que es como si los sevillitas defendieran la Torre Pelli y las Setas. ¿Por qué? Porque el gaditano tiene a orgullo sentir y defender a su ciudad, y al sevillano, por el contrario, le da vergüenza, no lo vayan a llamar facha. Nadie llama facha a un gadita. Al revés: ¿habrá algo más gadita y menos facha que El Kichi de Cai, candidato de Podemos a la Alcaldía (o sea, a echar a Teófila), que sale en la comparsa de Jesús Bienvenido, sí, en Los Trasnochadores de "bocaítos, bocaítos"?

Tú le dices gadita a un gaditano y saca pecho y te dice que no veas qué pedazo de tango lleva este año su coro, o cómo va de bien su Cádiz C.F. con vistas a los guais, mais, plays off del ascenso. Pero tú le llamas rancio a un sevillano y de momento te parte la cara y después ya veremos. De ahí mi propuesta: hay que generalizar y prestigiar el uso del nada despectivo ni ofensivo adjetivo "sevillita", que es a Sevilla lo que el gadita a Cádiz: defensor de sus esencias y sus tradiciones, enamorado de la Semana Santa, de la Feria, de las sevillanas, del Corpus, de los nardos de la Virgen de los Reyes, de los seises, de los armaos, del muñidor de La Mortaja, de la plaza de toros, de la Bandatejera, de los calentitos de Ángela en El Postigo o de Alfonso en la Macarena, de las yemas de San Leandro, de las torrijas de La Campana, de las croquetas de Casa Ricardo, de los pavías del Rinconcillo, del tinto de Casa Morales, de la procesión de la Espada, del Simpecado de Triana, del Rocío del Salvador, de la urna de San Fernando y hasta de la urna del Santontierro. Que ya hace falta ser sevillita para que le guste a uno la urna del Santo Entierro. ¡Como que hay sevillita al que le gustan hasta los armaos chuchurríos del Santo Entierro! Lo cual tiene su explicación: el sevillita, que no es un rancio ni un miarma, sabe que "en Sevilla hay que morir"...

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