 |
El euro, visto por Idígoras y Pachi |
Por unos días y sin que sirva de precedente, la Sierra Blanca de Marbella
ha hecho honor a su nombre y no ha dejado por embustero a aquel anónimo de Antonio
Machado que tan bien los nombres ponía: el que, verbigracia, sacó de pila a Sierra
Morena. Con los papelillos y las serpentinas de la Nochevieja todavía por las calles es
cuando de verdad hemos vivido las Navidades blancas. Más negra no pudo ser la Nochebuena.
Las patrullas policiales no daban abasto a las broncas familiares. Por muy grande que sea
Madrid, 900 broncas familiares hasta con intervención de la Policía demuestran que, como
la primavera y el día de la madre, esto de la Navidad es mayormente cosa del Cortinglés.
Dice el ángel anunciador que paz en la tierra a los hombres de buena voluntad y los
referidos hombres de buena voluntad, las suegras de buena voluntad, los yernos de buena
voluntad, los cuñados de buena voluntad de momento se ponen a darse bofetadas en el seno
de la familia y hasta a ir a la cocina por cuchillos. No creo en el espíritu navideño.
Lo veo tan falso como eso de la misa, cuando dice el cura "daos fraternalmente la
paz". La abuela de mi mujer, la primera vez que tras el Concilio dieron la paz en la
misa de Pueblonuevo del Terrible, cuando la vecina de banco le tendió la mano con la paz,
muy digna, dijo:
-- Usted perdone, pero no nos han
presentado y no la conozco a usted de nada...
Por eso me he reconciliado con la
Nochevieja. ¿A que ve a ser la verdadera Navidad cristiana de paz? Esperaba encontrarme
este fin de semana con un balance de sucesos parejo al de la Nochebuena, con 1.000 salidas
de la Policía en Madrid por broncas familiares y por lo menos con 500 yernos lesionados
por suegras de buenas voluntad en Barcelona. Pero ni una. ¿Se están perdiendo las buenas
costumbres o es que en Nochevieja, de verdad, no hay broncas familiares? ¿No será la
tradicional familia la causa de la ausencia de paz en la fiesta, y cuando la fiesta se
celebra en la calle no hay broncas? Los jesuitas nos pintaban la Nochevieja como la fiesta
pecadora del paganismo y la Nochebuena como la suma de todos los bienes sin mezcla de mal
alguno. Es al revés. Resulta que el verdadero espíritu cristiano de la Nochebuena da
balances de heridos como de Carnaval de Río y que, por el contrario, la máxima violencia
de la paganísima Nochevieja se salda todo lo más con el asalto al guardarropas de un
cotillón.
Encuentro que el verdadero espíritu
cristiano, la fiesta en paz, está en la Nochevieja, y más este año, que celebrábamos
encima la gloriosa festividad de San Euro, a quien el Papa canonizará de un momento a
otro. Me pongo a hacer balance de violencia en la Nochevieja y sólo encuentro agresiones
menores. Por ejemplo, la tradicional agresión al buen gusto por parte de Los Morancos,
con dinero publico y en la televisión pública. O la tradicional agresión del
centenario. Ileso García Lorca, este año el ataque centenario se perpetra contra
Velázquez. |