Ni Niña Pastori, con esa cara como
de Gloria Estefan de la Real Isla de León. Ni Sara Baras con sus siete piezas de percal
en esa falda más grande que el capote de Finito de Córdoba, que con la falda de Sara
Baras se hacen dos lonas para el Circo de Miliki y sobra tela. Ni Vicente Amigo con la
guitarra prodigiosa que heredó de Paco de Lucía. Ni Navajita Plateá, desde las azoteas
jerezanas del barrio de Santiago. Ni Morente con Lorca, ¿será por Lorca?, qué jartibles
con Lorca, hijos... Ni el amanecer de José Mercé. Ni Levantito suave y con arte por los
callejones de Cádiz. El disco flamenco que más se ha vendido en estas pasadas fiestas de
guardar (de guardar la tarjeta de crédito para que no eche humo) ha sido la grabación de
Triana Pura, "De Triana al cielo". Me entero por Fermín Lobatón que esos seis
abueletes de Triana con tantísimo arte llevan ya vendidas más de 50.000 copias, toma ya,
Azúcar Moreno. No sé si es el descubrimiento de Triana o el descubrimiento de América,
porque entre los seis trianeros puros, seis, de Triana Pura suman con sus edades más de
cuatrocientos años. Si ponemos en fila india los carnés de identidad de los seis
artistas veteranos tienen más años que el azulejo del Nazareno de la O que hay en la
iglesia de la calle Castilla.
Me encontré con Triana Pura en los estudios de Antena 3,
una tarde que Ana Rosa Quintana me entrevistó sobre el último libro antes de que
cantaran estos seis pedazos de artistas. Me encantó esa flor en todo lo alto de la cabeza
de Pastora la del Pati. Con solo ver esa flor se sabe el arte que tiene Pastora para darse
la vueltecita con sus cantes, bendito sea Dios. Y me inquietó La Perla de Triana,
Encarnación Carrasco Morales. No hay en toda La Habana una cubana más cubana que La
Perla de Triana. Su colorcito moreno parece que si se lo hubieran dejado al pie de las
escalerillas de Tagua los vapores de Ybarra que iban a La Habana como el que va a por
camarones a Coria. Mucho se habla de que La Habana es Cádiz con más negritos (me acuso,
padre, de haberlo escrito), pero hay que reconocer que Triana es Cuba con más salero. O
nuestro Cádiz. Los Cuatro Cantillos tenían que ser oficialmente hermanados con el
Callejón de los Carros del barrio de la Viña, y brindo la idea a José Luis Manzanares y
otros trianeros jondos. Porque oyendo el disco de oro de Triana Pura se descubren estos
cantes antiguos de una ida y vuelta cercana, una idea y vuelta río arriba y río abajo,
cantes que van del Faro de Chipiona de la otra Pastora, de La Niña de los Peines, a los
tanguillos del mojón (con perdón) que canta y recita Herejía. Oigo a El Coco de Triana
con su guayabera blanca cantar las soleares del Arrabal y Guarda, los tangos por rumbas de
Esperanza la del Maera y de Curro Moreno, y encuentro ese universo común de las goletas y
los bergantines del cante, que van navegando hacia las Antillas haciendo una escala en los
Puertos y llenando los aljibes del arte en la Segunda Aguada de Cádiz.
En Cuba arrasa Compay Segundo, que es de los tiempos de la
taberna de Berrinche, y La Vieja Trova Santiaguera, que es de los tiempos de Don Urelio el
Boticario. Desde Triana, arrasa Triana Pura en Andalucía. La vieja trova trianera. Yo no
sé por qué los catalanes presumen tanto del cava, si aquí en Triana tenemos la Cava, la
de los Gitanos, la de Gitanillo y Curro Puya, eso sí que es una cava de crianza del arte.
Lo que no me gusta es el nombre de Triana Pura. No hay una Triana Impura. Triana siempre
es pura. Tan pura que a la Calle Larga le pusieron Calle Pureza. A la Triana impura le
solemos llamar Sevilla.