El Colegio Yanduri en la Puerta Jerez. La Escuela Francesa
en la calle Abades. El Colegio San Vicente Mártir, en calle
Mármoles y su director, don Teodoro Falcón. La Bodeguita con
artículos de Viña Sol en la calle Muñoz y Pabón y su
simpático dueño José Fresno, con su clásica tapa de
ensaladilla con un trozo de caballa encima. El Bar El 3 de
Oros en Santa María La Blanca, hoy restaurante. La central
de la casa Seat en El Porvenir. Los niños jugando al aro con
una llanta de bicicleta y una horquilla de alambre. Los
cigarrillos del Doctor Andreu para los asmáticos, que
vendían en las farmacias. Los cuarterones de tabaco El
Cubanito de contrabando que vendían en la portería del
Edificio Aurora, en La Avenida. Los pavías de bacalao en Las
Siete Puertas. Los primeros impermeables Piuma D'Oro. Los
abrigos austríacos Loden. Los barcos "Aldapeta" y "Bahia de
La Concha" que inauguraron los paseos por el río en
1963-1964; también llevaban al amanecer a muchos
trabajadores de Elcano desde el muelle hasta la factoría y
los recogian al término de la jornada. Arboleya Coloniales,
en la calle Marqués de Paradas, donde hoy esta el bar Las
Piletas. La cola de feligreses para consultar con Don
Francisco Carrión Megía en su parroquia de San Andrés. Los
soldados de la revista "Diana" en el cuartel de las
Atarazanas, con el teniente coronel Jerónimo Delgado Losada
como director. El mejor calzado que conozco, Almacenes
Carmelo Orozco. Dijo Sema y se durmió. Qué bien, hoy comemos
con Isabel. Un, dos, tres, picadora Moulinex. El algodón no
engaña.
Los versillos escatológicos populares del juego infantil del
digamos del "Poema del Pedo de los Sevillanos Ilustres", que
atribuía una frase a cada una de las estatuas de Antonio
Susillo que decoran la fachada del Palacio de San Telmo que
da al Hotel Alfonso XIII, y que recuerda Antonio Hermosilla
en la página 220 de su libro "Memorias de un niño de
entonces" (Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1992),
poniéndolos en boca de su chacha Dolores: "Aquellos paseos
se alargaban a veces a los Jardines de Cristina y Dolores
les contaba una historia de lo que decían aquellas solemnes
estatuas de personajes colocados en la fachada norte del
Seminario: "¿Quién se ha "peído"? Yo no he sido. Este niño
tampoco ha sido. Pues del cielo no ha venido. Quien se
vuelva a "peer" con esta espada lo mataré". Y los niños lo
aprendieron rápidamente y lo repetían machaconamente entre
risas".
Las fichas de plástico que usaban los camareros que servían
en las mesas para liquidar su cuenta con la caja del
mostrador; por ejemplo, en Los Tres Reyes. La caña de
cerveza servida siempre en los bares con su platito debajo.
El jabón con forma de balón de rugby que salía de un brazo
metálico cogido a la pared en los lavabos de los bares; por
ejemplo, en La Alicantina. Los camareros de las barras con
la tiza en la oreja. Los relojes de pulsera de esos
camareros, puestos mientras trabajaban en los golletes de
las botellas de licores de la estantería. El serrín en el
suelo de las tiendas y de los bares y tabernas los días de
lluvia. Cuando las servilletas de los bares eran flequillos
y los camareros les daban giros con la palma de la mano en
el borde de la barra para que no fueran coincidentes, y las
metían en un vaso a modo de servilletero. Los bares con las
mismas tapas de siempre, sin obligar a pedir raciones aunque
fuera Semana Santa. El azúcar del café de los bares en
terrones, llamados cortadillos. Los filetitos empanados de
la Venta Ruiz; y de postre, un pero. Joaquín el Panadero
emjujando su carrillo de tres ruedas por las calles del
centro.
Moraleja: compre una Agni y tire la vieja.
(Redactado con recuerdos enviados por los lectores al
correo:
[email protected] )
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