Si la jugaran, un poner, el Betis o el Sevilla, tendría algún interés la final de Copa de S.M. El Rey. Pero como la juegan entre separatistas, el Barcelona y el Atlético de Bilbao, iba a decir que me importa un pito. Pero no. No me importa un pito: me importan 15.000 pitos. Que será el número de silbatos que los separatistas catalinos van a repartir a la entrada al estadio del Barcelona, al Campo Nuevo. Que es como en la lengua oficial del Reino de España se llama el estadio del Barcelona, al que le tienen puesto ese mote de Camp Nou en catalán porque Campo Nuevo suena no a campo de fútbol, sino a título de marqués, que a su vez sirve como marca a un vino de Rioja.
Así que en esto se gastan los separatas el dinero que Rajoy se harta de mandarle al presidente con nombre de supermercado para que no se vaya de España: en comprar pitos para silbar el Rey. Son tan torpes y tan flojos, que no saben silbar sin necesidad de pitos. A las puertas de la plaza de Las Ventas no venden silbatos, y ya ve usted las pitadas que les organizan a las figuritas del G-5 en cuanto se salen de cacho o se alivian con el pico de la muleta. Pitada a mano, a dedo, espontánea, no como estas orquestadas pitadas catalanas del I+D+I de los silbatos. Que no quiero ni pensar que los separatas se enteren que los 15.000 silbatos que han comprado, supongo que con el opresor dinero público procedente de Madrid, han sido fabricados, ¿qué digo yo?, en Salamanca mismo, donde me han dicho que hacen los mejores pitos de la Unión Europea.
No quiero reproducir, para no hacerles la propaganda, las indignidades que los separatistas dicen en su "Manifiesto por la Pitada al Himno Español y a Felipe de Borbón". Encima de separatistas, ridículos. Se necesita ser gilipollas (gilipollas soberanista, naturalmente) para ponerse a redactar todo un Manifiesto del Pito. Pero en serio, que es lo más triste. Cosas dignas de ser tomadas a pitorreo, como el Manifiesto del Pito, las hacen los separatistas catalanes completamente en serio. Vamos, que ni al Marqués de las Cabriolas en los mejores tiempos de la caseta de la Peña Er 77, cuando el ratonódromo, la carrera de caracoles y el pozo del moyate, se le hubiera ocurrido redactar el Manifiesto del Pito, como no fuese lo que realmente es: de cachondeo. Y espero que no quede ahí la cosa. Seguro que alguno de los siete mil poetas del pesebre separatista capaz es de escribir una "Oda al pito del Nou Camp", del mismo modo que Rafael Alberti compuso su "Oda a Platko" portero del Barcelona, con ocasión de la final de la Copa de España de 1928, que jugaron en Santander el mentado equipo azulgrana y la Real Sociedad de San Sebastián.
Lo único que me gusta de toda esta carísima charlotada pagada por Madrid y consentida por el Gobierno del Reino de España (No Passsa Nada) es que, hombre, al Himno Nacional lo llaman por su nombre: la Marcha Real. Dicen los tíos: «Se nos vuelve a presentar una excelente oportunidad para demostrar una vez más que queremos dejar de ser súbditos del Reino de España para convertirnos únicamente en ciudadanos de una Cataluña independiente. Cuando el Rey haga su aparición en el palco del estadio mientras suenan los acordes de la Marcha Real. los asistentes al partido en el estadio, y los que no también, deben manifestar sonoramente su desacuerdo, tanto por la presencia del Monarca como por la interpretación del himno español, que seguramente acompañarán también los seguidores vascos».
Esto es más grande que Barcelona: tienen que venir los que no quieren al Rey ni ser españoles para llamarle Marcha Real a la Marcha Real. ¿Pues saben lo que les digo, ya que hoy sábado tocan palabras sevillanas? Que a los 15.000 separatistas del pito, 15.000, yo les diría lo que los chiquillos de la Puertalarená gritábamos al que se había comprado un silbato en un puestecillo y, estrénadolo, estaba dando el coñazo toda la tarde: "¡Úntale mierda al pito!". A los 15.000 pitos. En cuanto al suministro de la materia prima necesaria para tal untamiento, con la que hay en la familia Pujol basta y sobra.
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