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El sombrero de ala ancha se compagina mal con el
sombrero de copa del humor literario |
En el programa de Luis del Olmo he
dicho de él, a lo Robert Musil (toma ya catálogo de Seix Barral), que en esta España de
las banderías, Tip era el hombre
sin enemigos. Todos coincidimos que su nombre se escribía con el atributo de G de
genial. En su obra, efímera como una arquitectura de fiestas, hay más humor que en mucho
Mihura, en mucho Jardiel. A la hora de su muerte, aunque era un hombre que actuaba por
emisoras, teatros, televisiones, salas de fiesta, todos han pronunciado la palabra
"humorista". Nadie ha dicho que Tip era un cómico, un caricato. Nos hemos
acordado de Groucho Marx y no de la charlotada. Porque era, en verdad, un escritor ágrafo
de humor. El humor del buenazo de Tip me trae a una consideración geográfica sobre el
humor en España. Tip era de Valencia, lo llevaba con honra, valencianeaba todo lo que
podía en el Madrid de sus cervezas en la barra de La Cruz Blanca.
-- ¿Pero cómo puede dar Valencia un
hombre con tanto sentido del humor?
Ya ve usted... Los andaluces nos creemos
que tenemos la exclusiva nacional de la gracia. Pero nos falta siempre subir dos escalones
de esa escalera, para llegar al descansillo del humor. No he visto nunca una tierra con
tanta gracia y tan pocos humoristas como Andalucía. Qué pocos andaluces, por no decir
casi ninguno, en la nómina oficial de "La Codorniz" que ahora, con la
antología, está como el No-Do, "al alcance de todos los españoles". Qué
pocos andaluces en la historia de la literatura de humor del siglo que acaba. Te pones a
buscar una literatura andaluza de humor y a lo más que llegas es a los Alvarez Quintero,
a Muñoz Seca, incluso a Muñoz y Pabón. Traduzcan: llegas al sainete, al pasillo de
comedias. Al teatro bufo quizá, no al teatro de humor. El sombrero de ala ancha se
compagina mal con los tres sombreros de copa de Miguel Mihura, con el sombrero de copa de
Luis Sánchez Polack. Lo nuestro es el chiste, no la chistera. ¿Habrá andaluces por esos
escenarios, por esas televisiones, por esas salas de fiesta, por esas emisoras, como
estaba Tip? Ninguno llega a la condición del humor. Se quedan, en el mejor de los casos,
en humoristas, que es el peritaje practicón que aplica como una honesta artesanía la
alta tecnología de la ingeniería del humor de creación, que va por otro lado, a otra
altura, en otra escala.
Aquí nos quedamos en la gracia de los
graciosos profesionales, que se ganan la vida aplicando la sabiduría colectiva de un
pueblo. Los que hacen aquí abajo algo parecido al humor tienen que reclamar
constantemente la verosimilitud de lo verídico. Justo lo contrario de Tip, que en cada
frase no tenía que aclarar que aquello fuese verídico, sino todo lo contrario, porque en
el absurdo mágico tenía su genialidad, esa ruptura de la lógica que da Bergson como
motor de la risa.
En Andalucía los grandes hallazgos del
humor los consiguen siempre los que no son cómicos, ni profesionales de la gracia.
¿Quién ha sido el andaluz con más gracia? Todos coinciden en señalar que Bernardo,
Carnicerito de Málaga, un banderillero que iba con Alvaro Domecq. Era de esa escuela del
relámpago de gracia de Pericón, de Beni, de Picoco, del Cojo Peroche. Escuela en la que
ninguno se ganaba la vida con el humor, no eran cómicos. Tip no era andaluz, ni falta que
le hacía. Lo suyo era otra cosa en esta tierra donde Lepe ha sido condenada al papel de
los chistes de baturros. Hay demasiado mercader de la comicidad en una tierra sobrada de
gracia popular, pero incapacitada quizá para el humor literario.
En la sección
"Protagonistas": "Tip, el genio sin
enemigos"
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