Frente a la Magdalena, la mercería Alamo, que vendía de todo. El párroco de la Magdalena, don Antonio Jurado Armario, que expulsaba de la iglesia a toda moza que fuese un poco descocada. Juventudes Musicales y su alma, don Julio García Casas. Las conferencias en el Club La Rábida de los sótanos de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de la calle Alfonso XII. Don Antonio Domínguez Valverde, con su sotana, llevando muy de mañana muy de mañana el Santísimo a sus feligreses de La Magdalena enfermos. Los Talleres Albea en el Paseo Colón y sus mecánicos de pie junto al banco de trabajo. Los taxis de los pueblos, de siete o nueve plazas, que estacionaban en la calle Reyes Católicos, delante de Los Tres Reyes. Las batas marrones de los drogueros. Las Bodegas Peisa en la calle Santas Patronas y sus jaulas metálicas para las botellas. El templete del Servicio Meteorológico Nacional en El Cristina. La Academia de don Urbano Orad, el padre de la bailarina María Rosa, en la calle Cruces. Radioaccesorios J. del Valle en la calle Aponte esquina a Trajano, donde vendían los elementos para que los escolares hicieran radios de galena y se montaba la radio Lucy. Ese lava blanco, blanco, blanquísimo, Ese lava limpio, limpio, limpísimo.